Esta trilogía de coproducciones sueco-islandesas (sin relación argumental entre ellas) es muy singular y, aunque no son genialidades fílmicas ni fotográficas ni interpretativas, el sabor de boca que dejan tras su visionado es agradable.

EL VIKINGO BLANCO es con bastante diferencia la más madura de las tres a nivel cinematográfico. Y aún así, resulta extraña de ver. Tiene una narrativa peculiar y que despista mucho, pero la dirección artística es notable, y de alguna forma consigue trasladarte a la Escandinavia del siglo X.

Al director le preocupan especialmente los temas relacionados con el romance, el poder, la venganza, y a menudo en el contexto del conflicto religioso entre las viejas y místicas creencias nórdicas que tanto predicamento tienen en el cine y la literatura de los últimos años, y la pujante cristianización de este mundo remoto y primitivo.

Así mismo, el tal Gunnlaugsson no quiere caer en el tópico hollywoodiense fácil del vikingo salvaje y amoral. Sus personajes poseen entidad humana y sensible, y describe a buenos, a malos y a regulares con bastante credibilidad.

Son pelis curiosas y moderadamente entretenidas, que se ve que gozaron de una tímida distribución en videoclubs (CUANDO LOS CUERVOS VUELAN-1984-LA SOMBRA DEL CUERVO-1988-EL VIKINGO BLANCO-1991). Esta última entrega es la más desconocida pero también la más cuidada.