Antes de nada quiero dejar claro que escribir algo sobre la película que acabo de ver me queda grande. Me supera, me desborda. Aún así me he lanzado al vacío, porque como dice el viejo Nick: "Todos nuestros días están contados. No podemos darnos el lujo de estar inactivos". Y aquí me hallo, sentado en el suelo, juntando palabras sobre un falso documental protagonizado por un artista al que apenas conozco, ya que, hasta hoy, Nick Cave era para mí el genio culpable de que "Peaky Blinders" tenga una banda sonora cojonuda, y poco más.
Pero tras los 93 minutos mágicos que te regala en esta cinta, Nick Cave se eleva: "I’m transforming, I’m vibrating, I’m glowing, I’m flying, look at me, I’m flying, look at me now". Sí amigo, te miro, completamente hechizado, como si desnudo me mostrases el interior de tu alma, el lomo de ese monstruo marino que a veces lucha por emerger de las profundidades y que cuando escribes y cantas se deja ver durante un breve pero intenso momento.
La fotografía es preciosa, te introduce en la escena y te hace parte de ella, como cuando se nos invita a compartir con Nick y sus hijos una pizza en el sofá mientras vemos "Scarface".
No dejéis de verla por no conocer al artista que aquí se nos entrega, pues estaréis cometiendo un grave error.