Impresionante trabajo de Gemma Jones como la esposa abandonada en su tercera edad, enfrentada a una vejez en triste soledad que combate con un cocktail de creencias en charlatanas videntes y copitas de whisky.
Buen trabajo también el de Josh Brolin, como alter ego de Woody en su papel de escritor abandonado por su inspiración, con la consiguiente frustración vital que fatalmente afecta a su matrimonio con Naomi Watts.
Vacilante personaje el de esta última, atrapada en un matrimonio que hace aguas, apoyando los desvaríos de su madre y coqueteando con Antonio Banderas que pasa de ella olímpicamente. Genial la escena en el coche en la que Naomi se le declara abiertamente y Banderas escurriendo el bulto como puede.

Escena memorable también cuando Anthony Hopkins presenta a su prometida, despampanante Lucy Punch, a la que ha conocido como prostituta. Impagables las caras de la hija y el yerno, una censurando y el otro comiéndosela con los ojos.

Excelente trabajo, en su linea, de Hopkins, bordando ese papel en el que muchos hombres de cierta edad podemos sentirnos identificados en un momento u otro, el desesperado empeño por prolongar una juventud que se escurre entre los dedos, auto engañándonos con quimeras ficticias para volver al final a añorar el hogar abandonado.

En cuanto a la subtrama del escritor atraído por la vecina, es la parte más previsible de la película, por cuanto Allen ya ha retratado muchas veces esa atracción por lo desconocido, la eterna insatisfacción porque la hierba del vecino siempre está más verde, tan solo para descubrir, visto desde la casa de al lado, que la tuya también parece más lustrosa de lo que pensábamos.

Estupendo final, dejado la resolución simplemente apuntada para que el cerebro del espectador discurra todas las implicaciones derivadas.
En resumen, un nuevo regalo de nuestro director favorito para disfrutar durante hora y media y saborearla durante unas horas más mientras la comentamos con los amigos. Gracias, Woody.