Vale que no es "Sola en la oscuridad", ya solo faltaría eso, pero de ahí a echar las pestes que han echado va un trecho, señores. La película tiene el hándicap de tener una trama muy manida, esa en la que el malvado/s entran en la casa y retienen al ocupante para robar o buscar algo que les interesa. Es decir, ya sabemos cómo puede acabar. Pero por otro lado, las actuaciones de Michelle Monaghan y de Michael Keaton son más que correctas. Ella interpreta a una fotógrafa que perdió la vista en Afganistán y que en la actualidad vive con su novio en un ático de Nueva York. Él, junto a un Barry Sloane mucho más flojo que los anteriores actores, busca en el ático unas joyas que cree que le pertenecen. El tira y afloja es una constante en la menos de hora y media que dura la película, a la que también hay que perdonarle algunos giros de guion que no son del todo creíbles.

No sé, a mí me ha entretenido y no me ha saturado (su duración es otro de sus puntos a favor), y no le he encontrado para nada ese tufillo a telefilm que tantos aquí proclaman. No es una película que vaya a hacer historia, ni mucho menos, pero tampoco es tan mala como dicen. Esta vez he tenido que ejercer de abogado del diablo.