Un thriller de espías. Moderno, sin contemplaciones, un producto en bruto y bruto como él solo, una tropelía de angustia y absorción a cargo de un Francis Lawrence en estado de gracia que abandona esos Sinsajos penosos para galopar junto a la otra Lawrence hacia el misterio de una Guerra Fría que posiblemente nunca acabó. Sin duda, un acierto.

Los gorriones. A Jennifer Lawrence le habrá costado un mundo rodar ciertas escenas por explícitas y crudas. Ese colegio repleto de asignaturas perversas y humillantes cuya maestra de ceremonias es una Charlotte Rampling severa, oscura y que da miedo es el anticipo de una consecución de engaños, dudas y más carne.

Secundarios. Ya nombrada la señora Rampling, quedaría comentar el plano papel de Jeremy Irons, un actor cada vez más insulso y a un Joel Edgerton que cumple como espía del otro bando. El resto forma un reparto coral digno del gorrión principal.

Jennifer Lawrence. Ella despliega todo su potencial en esta película. La he puesto a montar de un burro en otras críticas, pero aquí ella es la única protagonista con todos los derechos ganados. El verdadero gorrión. La bailarina principal del Bolsoi.

Pasen y vean...