Podría pasar como película de aventuras entretenida, pero es que a la larga son tantos los tropiezos que a uno de la que pensar. De entrada nos obsequian con un inicio atropellado y mal narrado. Un noble árabe, Ahmed, al que lo expulsan de su tierra a causa de una mujer, acaba en las tierras del norte (sin especificarnos bien dónde, a pesar de contar con un mapa) y de ahí a convertirse en vikingo pasan solo 15 minutos. Un vikingo en toda regla, porque aprende hasta su lengua. A partir de ahí, el desarrollo de la película no está mal, y los decorados y peleas están muy bien conseguidos. Y llegamos al final, donde encontramos otro atropello y otra mala narración que acaba por cerrar la historia de una manera inexplicable.

Antonio Banderas es Ahmed. Todavía nos preguntamos cuándo va a hacer un papel de español este señor árabe-mexicano. Omar Sharif es pura fachada, un cameo sin trascendencia en donde ejerce de traductor y desaparece sin más pena ni gloria. El resto del reparto actoral cumple con su cometido.

Pero se me queda un cierto regusto a telefilm al acabar de verla. Será que ha envejecido mal o que yo ya no la veo con los mismos ojos, no sé. Pero lo cierto es que a este guerrero no me lo he creído. Aunque sea el número 13.