La ópera prima de Melissa B. Miller-Costanzo quiere ser tan sencilla que termina resultando demasiado tibia. Quiere ser tan tragicomedia que finalmente las sonrisas son escasas y las lágrimas nulas en una compleja equidistancia de todo. Quiere recoger tan sutilmente el aire de Nueva York que termina siendo una más de las demasiadas comedias dramáticas neoyorquinas. Pretende ser tan suave que termina siendo demasiado light. Y es una pena, porque había material suficiente “a priori”.

“All these small moments” bebe demasiado de las fuentes de Noah Baumbach al presentar una familia contemporánea en una tesitura compleja. Howie, el adolescente protagonista, junto con su hermano Simon, ven cómo el matrimonio de sus padres se desmorona ante sus propios ojos sin que nadie pueda hacer nada por evitarlo. Mientras tanto, despierta su sexualidad y su romanticismo adolescente una treintañera con la que coincide en el autobús por las mañanas. Está experimentando en sus propias carnes el primer amor a la par que contempla los restos del naufragio del que algún día tuvieron sus padres y que irremediablemente ya se ha disuelto.

Melissa B. Miller-Costanzo divaga demasiado entre el drama y la comedia sin aterrizar nunca suficientemente en ninguna de las dos orillas, quedándose a medio camino de todo. Destacar, eso sí, la actuación de la magnífica actriz Jemima Kirke, treintañera de la que se enamora el adolescente protagonista y que logra crear un personaje memorable de un mero secundario apenas esbozado, un acierto que gravita alrededor de su buen hacer, sin duda lo más destacable del film.

Una cinta demasiado epidérmica que no profundiza en ninguna de las temáticas que apunta a lo largo de su breve y correcto metraje.