El éxito de esta obra es bastante lógico, porque está muy bien hecha y porque la fusión de una truculenta narración en tono realista con un cuento repleto de hadas, faunos y otros seres fantásticos se solventa con indudable talento. Es una de las películas más violentas del cine español (suponiendo que esto lo sea), y de paso, el cuento más sangriento que he visto. Sergi Vidal, junto con el fauno y la (un tanto repelente) niña son los vértices sobre los que se asienta la historia, secundados por buenas aportaciones de Veredú, Gil y Angulo, entre otros. Se ha acusado a Del Toro de haber filmado una película muy tendenciosa ideológicamente, y desde luego, la ubicación histórica de la trama se presta a tal polémica. Aunque me parece que es una cuestión secundaria respecto a los valores puramente cinematográficos. Tal vez esa controversia obedezca a intereses económicos y no fuera más que una manera de dar publicidad al invento. No hubiera cambiado nada en el engranaje de la obra situar los acontecimientos fuera de la España de 1944, incluso en un conflicto inventado. De todos modos, Franco no decretó el final oficial de la guerra civil hasta 1948, y la represión de los maquis fue un hecho; por otro lado, aunque las simpatías del director mexicano quedan claras, a los guerrilleros tampoco se los presenta como hermanitas de la caridad, ellos también rematan a los moribundos con un tiro de gracia. Si queremos buscarle cinco pies al gato, se los vamos a encontrar, hasta a un episodio de “Heidi”. Mejor tratar de abstraerse y disfrutar de la película.