53.574 variopintos personajes; algunos creíbles, otros de cartón piedra, unos interesantes, otros insulsos. Vamos, el melting pot neoyorkino. La Gran Manzana es fascinante, qué duda cabe. Pero las películas corales multidirigidas por un puñado de cineastas, cada uno de su padre y de su madre, son eso, una macedonia fílmica de la que difícilmente se puede saborear la esencia de cada ingrediente porque el empalago impide una buena degustación. Acabas perdido entre tanto personaje, tanta historia paralela y tanta pretensión estética.

Pues eso, que al margen de bonita fotografía, música resultona, un puñado de atractivas postales de la ciudad que nunca duerme y el atractivo que pueda tener un elenco de gente guapa y viejas glorias del colorín cinematográfico internacional, la cosa no da para mucho. Un cortar y pegar con la capital del mundo como mero pretexto.

De verdad, no entiendo el interés que despiertan este tipo de películas, si es que despiertan alguno. No sé qué pensará el señor Bloomberg.