En aras de la justicia, he de aceptar que esta opinión está lastrada por mis manías a determinados actores y directores, así que reconozco que la he infravalorado. Le hubiese puesto un dos o un tres, porque simplemente es mala, pero mi absoluta falta de objetividad, que llevo a gala, ha sido superior a mis fuerzas. De ahí la estrella solitaria.

Una maciza del quince, sexo, voyeurismo, sugerente lencería, exhibición de técnica cinematográfica, golpes de efecto, crisis de identidad, criminales chungos… toda la parafernalia del señor De Palma. A veces pienso que es el Vicente Aranda americano, por edad, por obsesiones, por Onán; aunque con más talento y estilo, justo es reconocerlo. Aranda viene a ser una pajilla y De Palma todo un cumshot cinematográfico, al menos para sus numerosos admiradores. Me da a mí que lo de cine negro va más por lo negro de la Stamos, que actúa como mi tía la del pueblo.

Lo cierto es que ya me toca un poco las narices que empiece con un guiño a ‘Perdición’, uno de los mejores thrillers de la historia. Esto de la mitomanía y las ínfulas de genialidad es lo que tiene. Yo lo veo como mera pose, envidia, o simple complejo de inferioridad. Pero vamos, que son cosas mías. En la película solo encuentro personajes inconsistentes, actores (?) mal dirigidos, una trama que confunde la sorpresa con la oligofrenia, el ritmo con la epilepsia, y que de paso deja millones de cabos sueltos. De por sí, el amigo Brian ya me parece malo, pero en esta ocasión se supera. Como diría un allegado, acaba a lo tonto.

Encima, sale Banderas, que está para hostiarlo, como casi siempre. Nicolás se llama aquí, la criaturica. Y Peter Coyote, de propina; se agradece que su aparición, nunca mejor dicho, sea breve. Y la música de Sakamoto… mejor que la moto la hubiese dejado dentro. Del c…

Lo siento por los auténticos De Palma, los de Mallorca.