Nanny McPhee, esa mezcla entre superNanny y Gandalf, vuelve para dispuesta a un nuevo desafío. Recordemos que la Srta. McPhee es una niñera encargada de poner orden en hogares en los que alguna clase de tragedia ha dejado a uno solo de los progenitores a cargo de una turba de revoltosos y, ya sea por el trauma o por la falta de disciplina, dicho progenitor se encuentra subordinado a los caprichos de los críos. Sea como sea, cuando surgen esos problemas, este curioso híbrido entre Mary Poppins y la Vieja del Visillo aparece para a poner orden por métodos poco ortodoxos: si Supernany utilza conceptos como el tablón de puntos o el rincón de la reflexión, MacPhee hace uso una vara con poderes mágicos para enseñar valores a los niños. En sí misma la historia no es muy revolucionaria (lo revolucionario hubiera sido que la vara se empleara para enseñar disciplina a hostias) pero sí lo es el cuidado en la producción técnica y artística de una obra infantil y, por lo general, menor.

Se puede dejar perfectamente al alcance de los niños ya que en lugar llenar a los críos la cabeza de pájaros acerca de lo mucho que mola fumar, lo enrollado que es decir guarradas o promocionar que si no haces un trío es que estás socialmente muerto, Nanny McPhee les enseña conceptos como los de valor, solidaridad y respeto a los mayores a través de un cuidado guión de Emma Thompson, una gran fotografía y unos efectos especiales (como el bullet time y el photoshop porcino que no acostumbran a ser vistos en películas para menores de 18)

Su grado de exageración en algunos momentos y que se dedique más tiempo a más efectos especiales en lugar de profundizar en ciertos personajes la colocan un punto por debajo de la primera parte, pero es una gran, deliciosa e inteligente película para niños. Y más comercial también, claro, para lo bueno y lo malo.