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Spain Spain · Barcelona
Eduardo rating:
4
Comedy. Drama. Musical A stockbroker's youngest daughter tricks an American singer into visiting her family at their suburban Wimbledon home. Her two sisters and their oddball husbands also visit and the stockbroker notes the effect of the singer on his lovelorn family.
Language of the review:
  • es
March 14, 2012
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El amigo que me endilgó Amazonas negras ataca de nuevo y me pasa "esto": las compra y luego se deshace de ellas como si le quemaran en las manos. No me extraña. Pero claro, siempre hay un imbécil ansioso por recogerlas: yo.
Hablemos de J. Lee Thompson. Este hombre ha pasado a la historia del Cine por dos películas, fundamentalmente: Los cañones de Navarone, uno de los blockbusters más poderosos que he visto jamás (ideal para revisarla al menos una vez al año en compañía de un buen Glenrothes y algo más) y El cabo del terror, tremendo thriller protagonizado por un imparable Robert Mitchum y un inspirado Gregory Peck (luego vino el desventurado remake de Scorsese, El cabo del miedo. Era para salir corriendo del cine, debido a: a( las gañotas, o sea, muecas de Robert De Niro; los espasmos melodramáticos de Jessica Lange, empeñada en imitar a Núria Espert cuando tiene un mal día; y los mohines presuntamente sexy de Juliette Lewis, que eran para echarse a correr. Menos mal que tuvo el buen tino, o la caradura, de emplear la sublime banda sonora de Bernard Herrmann para su desdichada versión). Después de Navarone y el Cabo, para demostrar que todo había sido un espejismo, JLT dirigió consecutivas Taras Bulba y Los reyes del sol, dos cintas tan horrendas que te frotabas los ojos y no dabas crédito a lo que veías, y eso que yo era un tierno infante, pero bastante tocapelotas ya entonces. De lo que hizo después, destacaría, a lo sumo, El oro de McKenna, entretenido western, y dos de la saga de los Simios, simplemente aceptables.
Todo este largo preámbulo viene a cuento de Mientras sean felices, cuya existencia desconocía hasta ayer mismo. Se trata de un improbable vodevil que, de repente, como por arte de birlibirloque, se transforma en musical (ya mediada la película), y arroja a la pantalla las formas ya casi desbordadas de Diana Dors, "la Marylin Monroe inglesa", una señora con pinta de putón verbenero que poco de bueno hizo en los años venideros (que se puso como una foca, vamos, con perdón de la incorrección política). La película es sencillamente delirante, pero Jack Buchanan, sí, el mismo tipo de Bandwagon le echa jeta y arrestos, y consigue imponerse a nuestro estupor e impedir que le demos al stop ante tanta estulticia. No me arrepiento de recomendar, pese a mi suspenso, que le echéis un tiento, porque sorprendente lo es. Creo que al final hay un cameo de Norman Wisdom, pero como nadie sabe quién es, lo dejaremos aquí.
Eduardo
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