Esta secuela de El exótico Hotel Marigold llega lastrada por varios problemas. El primero es que carece de la gracia y la frescura del original, y los tópicos se van acumulando como si los responsables hubieran hecho una lista y los fueran aplicando obedientemente. El segundo es Dev Patel, un individuo capaz de arruinar una película con su sola presencia. Es el típico graciosito étnico que pretende robar escenas y lo único que consigue es despertar unas irreprimibles ansias homicidas en el espectador. Desde su aparición en la estomagante Slumdog Millionaire, galardonada con varios Oscar un año que los académicos habían olvidado tomar la medicación, repite una y otra vez el mismo papel sin piedad ni desánimo. El tercero sería un guión torpón y desaliñado, servido por unos actores que actúan en piloto automático, haciendo de lo que mejor saben hacer, es decir, el papel estereotipado que han ido puliendo a lo largo de décadas. Si Judi Dench, por ejemplo, está magistral en títulos como Skyfall o Philomena, por citar dos obras recientes, aquí se limita a hacer de sí misma, y ya no digamos Bill Nighy o Richard Gere, que venía de ver al Dalai Lama y se le nota un poco despistado. Thomas Newman entrega otra colección de bonitas melodías, y el director de fotografía se esmera en plasmar una India apta para europeos susceptibles de atragantarse con la realidad del país asiático.Molestar no es que moleste, pero ¿de veras hacía falta una secuela? Por lo visto, a juzgar por los rendimientos en taquilla, sí. Una pena.