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Spain Spain · Barcelona
Eduardo rating:
4
Drama. Romance At Arlington National Military Cemetery, children ask a nun why Lieutenant Richard L. Perry, whose grave they pass, is not listed in the guidebook. She replies that no doubt he did some unusual service for his country. Perry's story then begins. On the night of April 22, 1901, at a White House reception, President William McKinley meets with Perry, who had an amazing record for getting out of scrapes when he served under Admiral Dewey ... [+]
Language of the review:
  • es
May 9, 2016
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Qué le vamos a hacer: no todas las películas del período clásico de Hollywood son buenas, ni mucho menos. La que nos ocupa es bastante deficiente, con un argumento algo disparatado. El presidente McKinley en persona encarga a un teniente de la Marina (¿por qué?) que descubra al cabecilla de una banda que se dedica a asaltar bancos. Nuestro hombre se infiltra en la banda, conoce a una hermosa cantante... y está a punto de dejar la piel en el empeño, en un final irrisorio como pocos. La copia del DVD es nefasta, por cierto, de modo que las posibles virtudes de la fotografía no se pueden dilucidar. Es decir, tenemos una historia ridícula y un buen plantel de actores. Carradine aparece y desaparece, McLaglen está fatal , tal vez por culpa del personaje que interpreta, Donlevy se muestra sobrio como siempre, pero la guinda del pastel es una de las parejas más glamourosas de Hollywood: Babara Stanwyck y Robert Taylor. Él era guapo pero mediocre como actor; ella poseía una extraña hermosura, una ambigua sexualidad, y era una gran actriz. Acabaron casándose, claro, aunque parece ser que ambos no eran adeptos del sexo opuesto, sino todo lo contrario. Stanwyck canta en la película, por desgracia, ya que padecía el mismo problema que mi idolatrada Marlene Dietrich: cuando abrían la boca (para cantar) lo mejor era alejarse lo máximo posible. Taylor hace lo que puede, y ella está fascinante. Por lo demás, escaso atractivo tiene la cinta, dirigida con desgana por el probo artesano William A. Seiter, un profesional que, como escribía hace poco acerca de Norman Z. McLeod, siempre dependía del libreto que caía en sus manos para dar lo mejor de sí o limitarse a cumplir. Para fans de Stanwyck (y Taylor)
Eduardo
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