Este spaghetti pertenece a esa tendencia que tanto me da grima: el pretendidamente gracioso, y cuya peregrina gracia consiste en el reparto de mamporros al por mayor, de manera que al final no sabes si los buenos les dan a los malos, o viceversa, o los buenos entre sí, etcétera. Y lo de buenos siempre es relativo, porque bastardos lo son todos. Una vez más, los consabidos bandidos mexicanos grasientos, con mamasita incluida (ver al gran José Bódalo en estos menesteres pone un poco de los nervios), el consabido comando de desaprensivos elegidos para una misión imposible (levantar la película, imagino), un actorcete USA muy venido a menos (Edd Byrnes, asiduo de series televisivas sesenteras), una música que procure imitar lo máximo posible a Morricone, y ya tenemos preparado el desaguisado. Ah, sí, por ahí sale llorando la añorada Mónica Randall, estupenda señora que encandiló nuestras pupilas en aquellos tiempos perdidos. En conjunto, un bodrio.