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Spain Spain · Madrid
Charles rating:
7
Horror. Drama. Comedy A bridegroom is possessed by an unquiet spirit in the midst of his own wedding celebration, in this clever take on the Jewish legend of the dybbuk.
Language of the review:
  • es
March 8, 2016
15 of 21 users found this review helpful
El novio y la novia se juntan en la boda para reírle los chistes al patriarca, mientras el primero tiene ataques de epilepsia que se intentan ocultar a los invitados para garantizar el éxito nupcial.
Eso es la trama principal de 'Demon': una historia de enorme capacidad para la comedia, siendo imposible no reírse ante las desventuras de los invitados en la fiesta; la clase de historia que empieza como un chiste ignorando su propio nombre.
Pero es a medida que avanza cuándo se descubre por qué elige esa vía: para que todo parezca mucho menos serio de lo que es, y así multiplicar la efectividad del escalofrío que nos queda.

Al inicio, vemos una excavadora deambulando por un pequeño pueblecito: la imagen misma del progreso, de la poderosa maquinaria que desmenuza paredes, en una comunidad que parece necesitar de esa renovación, sepultando el pasado y construyendo un presente.
Es un tema que no deja de notar sus largas raíces a lo largo de toda la historia, siendo Piotr ese elemento externo de polaco criado en Londres, que ignora la identidad de un país que abandonó muy pronto, hasta el punto de que se niega a discutir en su propio idioma. Una muestra de arrogancia de alguien que, sin embargo, si elige casarse siguiendo las tradiciones polacas.
Tradiciones menospreciadas incluso por sexo matrimonial frente a la foto de familia antigüa colgada hace mucho de una pared, que no hace más que insistir en su falta de respeto: Piotr no necesita honrar a sus ancestros en una boda que pretende ser su propio nuevo comienzo.

Es, de hecho, una falta de respeto que nos puede pasar por alto entre el jolgorio y las canciones, en el tono desenfadado de reunión familiar, tan natural como desastrosa, que enmascara cualquier atisbo de misterio.
Pero hemos estado con él las horas previas al casamiento, y hemos visto a esa muchacha vestida de blanco en el jardín. Nuestra mente hace un esfuerzo consciente por olvidar junto al novio el siniestro descubrimiento de restos humanos en lo que será su futura piscina, y la historia sabe que eso juega a su favor.
Por cada baile celebrando la vida, de repente recibimos un augurio negro de muerte. El uso de la banda sonora es primordial sacándonos de esos trances, con una música insidiosa sustituyendo la alegre melodía, pero sirviéndose del caos y la brevedad para que dudemos de lo que vemos.

Aún así, nunca quiere llegar a decantarse por un camino u otro, y quién piense que en determinado momento estallará la oscuridad sobrenatural que se cierne sobre esta celebración está muy equivocado: la ebriedad festiva lucha contra las presencias inquietantes hasta el final.
No podía ser de otra manera en una boda, lugar que se nos olvida puede llegar a decir mucho sobre nuestro patetismo inherente, el que desatamos tras muchos litros de alcohol acompañado de chistes del cuñado e invitaciones a cantar en el karaoke. Los discursos son reflejo de esa actitud caótica, por lo que es normal que el testimonio de un viejo se diluya entre ocurrencias tratando de sonrojar al novio.
Como el demonio al que solo entrevemos, también este anciano tiene una tarea más importante que los que le rodean: la de ser testigo doliente del cambio en un país que celebra su pérdida de identidad y olvida su belleza genuina de tiempos más sencillos. Cuando intenta explicarla, se le manda callar con música, por lo que no hay nada más que añadir al respecto.

Es por eso por lo que podría verse la presencia del demonio, de este "Dybbuk" judío, como la venganza de un pasado que se niega a ser olvidado, recordando con su doliente presencia que hubo mucha gente sufridora como para que se mancille su memoria con una felicidad y respeto frívolos.
Al querer entender el chiste, este chiste de una boda en la que el novio no para de retorcerse cual poseído, nos damos cuenta de que no era un chiste. Ni siquiera era una verdad, porque sigue habiendo miedos enquistados en una memoria histórica, que el novio debería haber temido adecuadamente.
El precio a pagar es el olvido, y el desconcierto. Pero el escalofrío no nos abandona.
Charles
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