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Spain Spain · Madrid
Charles rating:
7
Documentary Richard Stanley had a dream of making a screen adaptation of the H.G. Wells classic The Island of Dr. Moreau. In the mid nineties, he finally managed to get the project up and running, but its shooting turned into a battle between art and industry interests that ended with the director being fired from the film. This documentary examines the story of a movie that could have been a masterpiece of fantasy that ended in an epic failure.
Language of the review:
  • es
November 16, 2015
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Seguro que los que denominaron el Cine como séptimo arte nunca se pararon a pensar todo lo que implicaría con el tiempo.
Directores, actores, técnicos... cada día más, y sobre todo con superproducciones gigantescas, hacer cine se parece a intentar meter en una sola habitación a diferentes tipos de animales y esperar que salgan siendo los mejores amigos. Se ha convertido en una tarea de alto riesgo parecida a ser el presidente de un país al borde de la rebelión durante meses.
Algunos presidentes consiguen mostrar su cuenta de resultados y satisfacer a todos. Pero otros... ay de los otros.

'Lost Soul' es el penoso, extraño y, sí, melancólico viaje de Richard Stanley a su corazón de las tinieblas.
De él, y de toda esa población de actores, técnicos o productores que quisieron alcanzar cierta grandeza a través de las palabras de H.G. Wells. Porque nadie, nos repiten más de una vez, se pone a hacer un desastre sabiendo que lo va a ser.
Pero todo el mundo puede acabar remando muy lejos de la orilla.

En el documental, las declaraciones se mezclan con juicios de valor o deseos personales. Richard Stanley podía no ser un director de grandes habilidades, pero sí tenía una visión de lo que quería hacer, y era pura e inocente, solo dar vida a una novela que cimentó su imaginación juvenil, una que le hizo soñar cuando más se podía hacerlo. Los sueños tienen ese inconveniente, hay que compartirlos.
Claro que no importa nada de eso a la hora de que poner en pie una producción cinematográfica: Stanley relata, con admirable sangre fría, como fue pariendo un bebé hasta que ya no era suyo, era el de otro. El de un monstruo leonino, mutante e imprevisible con muchos nombres, entre los que suelen estar Mamoneo Artístico, Lucha de Egos o Mundo del Espectáculo, que en sus peores formas elimina todo rastro de arte y lo sustituye por dinero, cuanto más abundante mejor.

Es cierto, no vale la pena engañarse, la industria se ha levantado y se seguirá levantando en torno al beneficio, y quién no sea capaz de darlo no tiene cabida en la industria.
Pero merece la pena recordar este tipo de testimonios en los que se recuerda las cosas buenas que la simple ganancia se ha llevado por el camino. ¿Una 'Isla del Dr. Moreau' por Richard Stanley habría sido una gran película? No hay forma de saberlo, pero detrás de ella había un hombre que amaba lo que estaba contando, y a veces con ello es suficiente.
Eso no quiere decir que estemos ante otro caso de un estudio malévolo que cortó las alas a un artista magnífico ni mucho menos, porque no hay blanco o negro posible tras escuchar a actores y técnicos.

A nadie se le escapa que muchas de las declaraciones de Richard Stanley en este documental suenan pretenciosas, locas o poco viables, pero en todo momento mantiene un tono de modestia, de niño sin juguetes, difícil de ignorar.
De igual manera, los productores encargados de poner la pasta no suenan como voraces animales sedientos de talento joven, sino más bien como ejecutivos que a la hora de calcular se dieron cuenta de que las cosas no cuadraban y estaban lejos de hacerlo. Los actores, a excepción notable de Marlon Brando (por razones obvias) y Val Kilmer (quien habría resultado interesante aquí), también recuerdan todo con una mezcla de sorpresa y extrañeza, propia de los peones que ven una partida desastrosa en primera persona.
No hubo locos en la isla del Dr. Moreau. Y sin embargo la locura campó a sus anchas, como suele suceder vista en retrospectiva.

Nunca sabremos como sería la película, esa que Richard Stanley concibió en su mente revolucionaria de joven cineasta noventero, de haberse hecho en condiciones adecuadas.
Pero, bajo la mirada de un Richard Stanley experimentado más cerca de la edad madura, todavía se puede ver algo parecido a una ilusión, de esas que cimentan el Cine, de las que hay que probar mil veces para tener una oportunidad de retratarlas.
Eso es lo más cerca que se estará, alguna vez, de compartir el sueño infantil que comenzó el proyecto.
Charles
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