Habrá quien llegue aquí por Julio Verne, incluso puede que por Charles Bronson, que ha de haber de todo en la viña del señor. Yo he llegado por Vincent Price, un actor cuya presencia en la más mínima escena hace mejor cualquier película. A menudo acusado de sobreactuación, para mí no hay muchos que desplieguen tanta energía en el papel que le tocara. "El amo del mundo" es una película de aventuras muy del montón que pasaría desapercibida ante mis ojos si no fuera porque está protagonizada por Price, que interpreta un personaje con ideas moralizantes a caballo entre en las buenas intenciones y la demencia más absoluta.

La película cuenta con innegables buenas intenciones, con un entretenimiento basado en una ciencia-ficción decimonónica, esa rareza anclada en una etapa de expansión industrial mundial basada en el vapor. Cositas de Julio Verne, todos conocemos sus filias y los ejes de su obra. En este caso lo fundamental es el mecanismo de un objeto volador con tecnología inverosímil, con marineros de traje a rayas y todo, que supone el arma que ha de acabar con las guerras en el planeta. Es absolutamente demagógico, lo sé. Además, me resbala bastante el trasfondo religioso y eso de tirar de sagradas escrituras, por sólo mencionar uno de los muchos traspiés del largometraje, porque hay más: la actitud clemente de Price con sus prisioneros en contraste con la facilidad con la que aprieta el gatillo desde arriba, la banal historia de amor...

Pero aparece Price, un mastodonte de la interpretación, un pedazo de actor, y de repente convierte una película muy mala como esta en algo aprovechable. Lo mío es una cuestión de fijación personal, de admiración por un actor único