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Drama
Daniel is schoolmaster of a kindergarten in a small French town. The local economy, which depended entirely on coal production, has been mired in a depression ever since the mines were closed. When their parents fall into utter discouragement or even poverty because of prolonged unemployment, the children suffer the consequences. Daniel is confronted daily with difficult situations and he feels responsible to deal with them although ... [+]
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- es
January 16, 2008
8 of 12 users found this review helpful
Existen algunos momentos mágicos en determinadas películas de la Historia del Cine, desgraciadamente cada vez en menor cuantía, en los cuales te embriaga un sentimiento de plenitud y de complicidad al disfrutarlos, y tienes la seguridad de que eres testigo de una obra memorable. Esa es la espontánea sensación que fluye del espectador después de ver Hoy empieza todo, la magistral película de Bertrand Tavernier que le valió el Premio de la Crítica Internacional del Festival de Berlín en1999 y el Premio del Público en el Festival de San Sebastián 1999, una obra tan sublime y compleja en sus críticos planteamientos iniciales como sencilla en su desarrollo posterior, tan verosímil y cierta como alarmista desde nuestro punto de vista burgués, tan visceral y vehemente en sus denuncias como comedida y racional en sus conclusiones. Una historia de coraje, valor, compromiso social y búsqueda de utópicas soluciones.
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Hoy empieza todo es una película asombrosamente libre que ahonda en las raíces de la hipocresía y el cinismo político de un país desarrollado como Francia, más interesado en sus dilemas electoralistas y burocráticos que en atacar la base de la podredumbre, la miseria y la carencia de ayudas públicas de algunas de sus áreas geográficas. Es una metáfora algo irreal y reflexiva, pesimista a todas luces pero, que no lo ignore ni lo olvide nadie, basada en un hecho real, que cuenta el compromiso personal del director de una escuela de Hernaing, una deprimida zona industrial de Francia minada por el desempleo, y que observa como sus alumnos reflejan en su carácter y comportamiento los malos tratos producidos por unos padres desesperados por su propia marginalidad, el agotamiento físico y mental fruto de la decepcionante y caótica puesta en escena de sus cortas vidas, la enfermedad incubada por la falta de higiene e incluso la malnutrición y el frío.
Entre las paredes del bucólico centro infantil se fraguará una rebelión silente, abanderada por esos luchadores cotidianos y desconocidos pero que saben identificar cuáles son las fuentes de los problemas; profesores y asistentes sociales comprometidos por causas justas que nacen en lo más profundo del espíritu humano para perderse y disolverse en las mesas de los despachos de los menos preparados para aportar soluciones. La precisión que logra la complejísima puesta en pantalla de la cólera subversiva y fraternal de Tavernier y sus actores, encabezados por el extraordinario Philippe Torreton, que da vida al director de escuela Daniel, nos recuerda la audacia y perseverancia en la misión imposible del señor Watanabe en la sublime Vivir, de Kurosawa.
Bertrand Tavernier apuesta por el valor y la necesidad de existencia del ser humano que se enfrenta a causas perdidas o desesperadas, en este caso Daniel, un hombre sensible, inteligente y tenaz que se encuentra atrapado en una agotadora jerarquía que no le permite extralimitarse en sus funciones como educador cuando día a día observa cómo sus alumnos acuden a clase con muchas más necesidades que aprender a leer o escribir, por eso intentará sublevarse y luchar contra lo erróneamente establecido. Pero esta lucha topará con los límites del sistema, de la dirección política de la escuela y de los propios padres. Entonces, Daniel, agotado de intentar convencer, duda de sí mismo y necesita la ayuda de su novia Valeria y de Samia, una asistente social, para seguir batallando en pro de la justicia y del bienestar de sus pequeños estudiantes.
Entre las paredes del bucólico centro infantil se fraguará una rebelión silente, abanderada por esos luchadores cotidianos y desconocidos pero que saben identificar cuáles son las fuentes de los problemas; profesores y asistentes sociales comprometidos por causas justas que nacen en lo más profundo del espíritu humano para perderse y disolverse en las mesas de los despachos de los menos preparados para aportar soluciones. La precisión que logra la complejísima puesta en pantalla de la cólera subversiva y fraternal de Tavernier y sus actores, encabezados por el extraordinario Philippe Torreton, que da vida al director de escuela Daniel, nos recuerda la audacia y perseverancia en la misión imposible del señor Watanabe en la sublime Vivir, de Kurosawa.
Bertrand Tavernier apuesta por el valor y la necesidad de existencia del ser humano que se enfrenta a causas perdidas o desesperadas, en este caso Daniel, un hombre sensible, inteligente y tenaz que se encuentra atrapado en una agotadora jerarquía que no le permite extralimitarse en sus funciones como educador cuando día a día observa cómo sus alumnos acuden a clase con muchas más necesidades que aprender a leer o escribir, por eso intentará sublevarse y luchar contra lo erróneamente establecido. Pero esta lucha topará con los límites del sistema, de la dirección política de la escuela y de los propios padres. Entonces, Daniel, agotado de intentar convencer, duda de sí mismo y necesita la ayuda de su novia Valeria y de Samia, una asistente social, para seguir batallando en pro de la justicia y del bienestar de sus pequeños estudiantes.