Hay películas que son como un sueño desde que empiezan hasta que terminan. Son mis preferidas, logran una experiencia maravillosa.

En este caso, se trata de una ensoñación sobrecogedora y terrorífica a la vez. Parece una película de sustos más, de aquellas que hacían para el autocine en los 50s, pero sobresale por su atmósfera totalmente misteriosa y sugestiva. La idea es muy atrapante y visualmente funciona de maravilla: el mundo se desvanece ante los ojos atónitos de la solitaria protagonista, que se/nos debate entre la incredulidad sorprendente y el horror absoluto. Como esos sueños en los que te empezás a caer, pero nunca llegás al fondo. Y para colmo, ves desfilar los rostros de personas que no te sostienen, ni entienden tu pesadilla de caída infinita.

La música de sintetizadores te hiela las tripas. Es una película del 62, filmada en un hermoso y moderno blanco y negro. Aborda temas como el poder de la sugestión o la sensación de estar atrapado por la soledad. También plantea, de manera subrepticia, el drama de una mujer muy plantada en sus convicciones y forma de proceder, pero que aún así no logra ser escuchada y respetada en un universo dominado por hombres.

Totalmente climática y con un final espeluznante y memorable, es comparable a Psicosis (salió dos años después), aunque ésta es más sosegadamente volada.

PD: según leí por ahí es una de las películas preferidas de Lucrecia Martel, y tiene alguna relación con uno de sus guiones célebres...