El Dr. Loomis ataca de nuevo y la cosa no mejora mucho. Casi podría decirse que va a peor. El Dr. Loomis no sabe ni disparar, por su culpa la gente está muriendo y encima la policía se está hartando de él y de sus tonterías.

Para desasosiego del espectador, le indicaré que el despido del Dr. Loomis no se ha podido efectuar. Sin embargo, ha incrementado su lista de méritos para ello y ahora cuenta en su haber con múltiples muertes a sus espaldas, una de ellas explosiva y espectacular (spoiler 1).

Myers fue tiroteado por Loomis y ahora busca a la protagonista de la primera, que sobrevivió al cortecito del brazo y a que la tirasen por las escaleras. Por lo demás, en el pueblo la gente empieza a darse cuenta de lo que pasa, pero donde realmente importa que se den cuenta no se están dando cuenta: el hospital donde está la chica en cuestión.

La película tiene más ritmo que la primera, las situaciones son más interesantes y la tensión es prácticamente inexistente, al igual que en la primera. En gran medida, por la cantidad de veces en las que sabemos que esa oscuridad que envuelve al personaje en algunos momentos es su sentencia de muerte, pues es una especie de bomba de humo climática que Myers puede soltar para darte la enhorabuena: vas a morir.

El juego de abrir una puerta y que al cerrarla el asesino esté detrás siempre funciona.

El Dr. Loomis no es despedido (spoiler 2) pero recibe reprimenda de sus jefes para que se deje de tonterías y vuelva con sus otros pacientes, que están haciendo cola en su consulta y están empezando a plantearse ser asesinos en serie para que así sean atendidos por el pistolero psicólogo. La reprimenda también es a la película anterior: despierta, usa lo que despliegas, toma personajes ya construidos y toma una saga en ciernes. La diferencia es que la película aprende mientras que Loomis sigue en sus trece.