Uno de los muchísimos grandes clásicos de la filmografía de Alfred Hitchcock, que cuenta con la presencia de su actor fetiche James Stewart, acompañado de Doris Day en esta ocasión.
Este director le daba a Stewart papeles de tipo normal metido en un lío que le viene muy grande. Además, el actor siempre me ha caído bien por su sencillez como intérprete. Sus personajes podrían ser cualquiera de los que nos cruzamos por la calle. Es un antihéroe arquetípico.
Aunque, por su antigüedad, visualmente está muy obsoleta (llena de fondos de pantalla y muy pobres decorados en ocasiones), la historia no ha perdido nada de fuerza y sigue siendo entretenida tantos años después.
La trama funciona perfectamente, aunque hay que reconocer que tarda un poquito en arrancar.
La buena mano del maestro del suspense se nota en cada secuencia. Me ha gustado mucho la escena del “Albert Hall”, en la que hay mucha tensión pero solamente escuchamos la música de la orquesta. Estas cosas son las que hacen grande a un director, pues muy pocos se atreven con estos experimentos y que encima salgan bien.
También es muy destacable la pegadiza canción que canta Doris Day “¿Qué será?” Es de esas melodías que se te graban en la mente y se quedan ahí rondando durante muchos días.
Como casi todas las de Hitchcock, es buena. Pocas meteduras de pata tuvo el genio, si es que hubo alguna.