Esplendor en la hierba forma parte de la penúltima época de Elia Kazan tras las cámaras. Convertida en clásico, debo decir que tal vez por poner expectativas demasiado altas en ella, me ha decepcionado.

Elia Kazan era un genio. Eso es indiscutible, creo. Un hombre capaz de hacer películas como La ley del silencio o Un tranvía llamado deseo, no puede ser un patán. No obstante, todo el mundo tiene errores, y a Kazan le tocó en Esplendor en la hierba. Sabido es que la corriente de opinión arrasa con los brotes protestantes que surgen hasta hacerlos desaparecer, con lo que esta película, menor si hablamos de alguien tan brillante como Kazan, es considerada también una joya. Es cierto que la dirección de planos y la puesta en escena es soberbia, claro. Eso es el sexto sentido que tienen los grandes de este mundo para ver el cine sin verlo, para crear lo que otros no pueden ni imaginar. Pero hay que reconocer, también, que el director nacido en Turquía se excede en la teatralidad de las formas en la dirección de actores. Situaciones ya de por sí extremas, ideadas por William Inge, encuetran en la dirección un presunto aliado que acaba por convertirse en una mala influencia, llevando a la película a un contínuo estado de crispación del que yo, al menos, no me he contagiado. Demasiado artifcial.

Natalie Wood brilla con luz propia. Su aportación a la transformación del personaje es soberbia. Sin embargo, aunque pueda separarse lo que ella imprime y lo que debe hacer por indicaciones del director, queda la sensación de que sobra lenguaje corporal, ya que con la cara era capaz de decir millones de palabras que, tal vez, no existan en los dicconarios. Warren Beatty es por derecho propio una de las personas más importantes de la historia del cine, a nivel de actores, directores y productores. Su faceta actoral es de sobra conocida con lo que bastará diciendo que, en Esplendor en la hierba, está a su nivel (para los que esto no baste, aclaro: un nivel altísimo). El genial Pat Hingle da empaque y poderío a su personaje, qu parece devorar las escenas sin problemas. Por último destacaría a Zohra Lampert, que pese a no disfrutar de muchos minutos, está correcta, sin fisuras.

Resumiendo, que es gerundio: podría lamer el codo de quienes ven el nombre del director, o el título de la película en una lista y automáticamente dicen que es la hostia bañada en Jack Daniels... pero va a ser que no. Ni estoy por encima a nivel cinéfilo de nadie, ni por debajo, pero puedo decir, por lo menos, que mi criterio es mío y de nadie más.