Zampanó es un feroz y rudo artista ambulante que compra como ayudante a la delicada Gelsomina para que sirva de soporte en su casposo numerito. Juntos recorrerán carreteras y caminos en busca de unas monedas para ir sobrellevando el duro día a día.

Una de las primeras obras cumbres de Federico Fellini, uno de los directores más laureados y que cuenta con una carrera plagada de éxitos, obras arriesgadas y experimentales y calidad a raudales.

Si hay algo que convierte a La Strada en algo tan hermoso y puro es la partitura de Nino Rota, que es una pieza enternecedora y rebosante de pasión.

Anthony Quinn corroborà que los papeles de hombres toscos y brutos le vienen como anillo al dedo, pero pienso que aquí ofrece mucho más que su intimidatoria presencia física y su genio arrollador, es un trabajo maduro y sobrio que confirman que era una fiera interpretativa indomable, pero también un hombre versátil y completo. Junto a Quinn está Giulietta Masina, que era la esposa de Fellini, que aporta una actuación distinta, ayudándose del físico tan poco común que tenía y componiendo a una muchacha cohibida por la brusquedad de Zampanó, con claros problemas psicológicos y que en el fondo no es más que una persona triste y sola. Quizás su actuación sea demasiado afectada.