Tras el éxito obtenido con “La mujer del cuadro”, Lang repite con el mismo trío protagonista en este remake de “La golfa” realizado por Renoir en 1931, donde fotográficamente encontramos un claro ejemplo del expresionismo alemán.

Estamos ante una de las historias mas desgarradoras y crueles de todos los tiempos, donde la candidez de Christopher Cross se ve vilipendiada por Joan Bennett en el personaje de Katharine March, a su vez manipulada por el violento y descarado Dan Duryea. La transformación de Cross al final de la película como si se inspirase en el Jecyll and Hyde de Stevenson, situa a Robinson en su ambiente natural, para comenzar su tortuoso descenso hacia los infiernos a causa de los remordimientos.

La narración no solo se mantiene sino que aumenta con la fuerza de nuevos personajes como la aparición del marido difunto de la mujer de Cross que éste sabrá manipular para convertir una cierta amenaza en un provechoso beneficio.

En general la película es de un virtuosismo técnico superior. Lang mueve la cámara cómodamente con amplios movimientos que más que alejar acerca al espectador a la trama, tanto en interiores como en exteriores, todo con planos generales que hacen que los detalles se magnifiquen en su momento.

La maldad y la codicia se dan la mano en el manipulador personaje de Dan Duryea, muy por encima del de Joan Bennett, otra marioneta un poco más perversa que el cándido Robinson. Los tres personajes están excelentemente trabajados, con tres interpretaciones soberbias en esta magnífica mezcla de cine negro y melodrama donde la violencia de género es otra de las grandes protagonistas.

Genial e imprescindible.