Polanski es un diestro attrezzista que clava todos los detalles de la ambientación en “Repulsión”, perfeccionando magistralmente sus formas (el convento, las calles, el conejo, las grietas, la cama revuelta después del sexo, la cuchilla de afeitar, las campanadas....), pero que se nos vuelve un “novato” retratista perfilando su contenido: apenas nos acerca a la característica psicológica previa o causal que pudiera desencadenar en Carol semejante aversión hacia el sexo masculino. No nos presenta ningún indicio; si acaso un retrato familiar en el que ella es niña y su mirada se pierde. ¿Debemos intuir que tal vez de niña,...?

Pero es que además, sus alucinaciones no siempre conciernen a su fobia: las grietas crujen en las paredes (me gustó la alegoría) porque cada vez más avanzamos en el deterioro de una mente que se desfragmenta. Pero la dejadez en la que se aísla acompañada por sus monstruos (en ese apartamento, que no le sirve de guarida sino donde es “atacada” y ataca) da a entender más sobre la dependencia de Carol hacia su hermana (el tiempo se paraliza; el conejo se pudre a la espera de ser guisado para esa cena interrumpida), que sobre la repulsión de la chica hacia los hombres.

La verdadera repulsión de Carol la vemos en la calle (en el rechazo a ese beso que le provoca una convulsión al borde del vómito) o en salón de belleza, dónde sólo se rodea de mujeres. Y caminando, frotándose compulsivamente la nariz quizás por el nauseabundo olor que segregan los cuerpos de los obreros que la piropean. Por eso huye y se encierra allí donde no deja ni penetrar la luz de ese exterior amenazante, pero donde aislándose de esos miedos da rienda suelta a las perturbadoras vivencias que la violentan sexualmente hasta precipitarse a un colapso mental sin reversión.

Polanski deja cabos sin atar en el contenido, no en la forma, de una película con una puesta en escena desasosegante e hipnótica. Con una estupenda interpretación de Catherine Deneuve y una desaprovechada aportación de John Fraser. Tal vez el cineasta polaco debiera haber depositado más enjundia en la relación de esta pareja para que al menos, podamos empatizar más con la demencia de Carol. Sin embargo, la forma en que Fraser desaparece del mapa, brutal, totalmente inesperada, es el "acabose" con el que Polanski nos dice: “No. Esta no es Marnie (Hitchcock). Esta es Carol y aquí no hay ni “reset”, ni manera de reiniciar el sistema”.

Imprescindible.