Roberto Benigni, director y protagonista, ofrece en "Johnny Palillo" una comedia sencilla, amable, atractiva e irónica. Narra la historia de un hombre solitario e innocente, feliz con su trabajo de conductor de un autobús de transporte de escolares con síndrome de Down. Junto a ellos está en su ambiente: les hace cantar, canta con ellos y les hace depositarios de sus confidencias. Con motivo de un accidente, conoce a María, de la que queda prendado. Cuando María demuestra interés por él y le invita a su palacio de Palermo se siente embriagado de amor. Sin entender lo que ocurre a su alrededor, su innocencia hace que interprete los acontecimientos en clave de un cuento infantil, hecho a la medida de su mentalidad. La obra contiene un homenaje a Chaplin. Muchos gestos de Benigni, algunas de sus reacciones y su manera atrompicada de andar rememoran los slapsticks de Chaplin de los años del cine mudo. Como hacía Chaplin, María tiene la costumbre inverosímil de limpiarse las manos sucias frotándolas con los faldones de su chaqueta. La conversión de una tragedia en un cuento infantil será un recurso que volverá a emplear, en el marco de otro contexto, en "La vida es bella". La interpretación de los dos protagonistas es ajustada y acertada. La música, a cargo de un conjunto de cuerda, viento y percusión, es excelente.