and let's make this moment last forever...

Como en una canción pop, sugiere el protagonista no sé hasta qué punto consciente, se desarrolla esta sencilla y sentida historia acerca de un reencuentro que, tras ser imaginado tantas y tantas veces por sus personajes, sabe más a cuenta pendiente saldada con el tiempo y con la vida que a una mera actualización de datos personales. Por supuesto, no faltarán los archisabidos "qué tal estás", "qué ha sido de ti", "por qué no me llamaste"; pero hay más, mucho más. La naturalidad, la calidez y lo agridulce del drama llegan a descolocar al espectador por su insultante sencillez para conectar con éste, a buen seguro reflejado en alguno de los múltiples diálogos, sonrisas cómplices y miradas que acarician desde lejos, temerosas de que el contacto suponga reavivar la pasión irrefrenable y primigenia que hace tanto los unió, a ellos, un tal Jesse y una tal Celine, reflejo improvisado de la existencia condensada en un momento. El momento.

Y es que aún duelen sus heridas. Cicatrices que nadie, sólo ellos, conoce, y que ni tiempo ni distancia fueron capaces de cerrar completamente; antiguos recuerdos otrora dulces y felices que, con su mero ser, se encargan de hacer germinar la duda, la humana y desgarrada duda: ¿Y si no te hubiera dejado marchar aquella noche?

Por mi parte, siempre querré imaginar que cierta escalera de caracol ya carcomida no terminó nunca... Que pudo más el amor mayúsculo entonado al son de una canción pop en un París inolvidable.