Alegoría del capitalismo nocivo en vías de extinción. El desdén y prepotencia hacia la sociedad de un apático tiburón de las finanzas se refleja en el aislamiento de su limusina, impoluta en su interior pero ensuciándose por fuera al contacto con la caótica realidad urbana. Durante el transcurso de un día emprenderá un descenso al vacío, a través de la quiebra de su negocio y el fracaso de su matrimonio.

El guión, adaptado de una compleja y prestigiosa novela homónima que no he leído, se basa en diálogos encriptados cuyo tono intelectualoide espantará al público severamente convencional. El caos se avecina bajo una atmósfera apocalíptica y la incertidumbre ante el asesinato, así como un anhelo vehemente por el sexo como una opción desesperada ante la llegada del final que se avecina.

Una metáfora del sistema que nos ha exprimido durante medio siglo, que analiza el vacío interior de un hombre alienado con el poder, la corrupción y la desidia moral. Con una sutil puesta en escena, Cronenberg tal vez no haya convencido a la mayoría, sin embargo ha filmado una película arriesgada en su propuesta y coherente en su narrativa, aunque inaccesible para espectadores convencionales.