Una cinta de miedo de las de antes, donde todo ocurre a su tiempo, un científico que inventa la telecápsula, algo que va a cambiar el mundo, y mientras el proyecto va evolucionando para poder transportar la materia orgánica, se van perfilando los personajes y sus relaciones, unos personajes que son típicos en principio pero que son dinámicos, también se modifican sus comportamientos y actitudes ante las circunstancias.

Una teletransportación accidental que se convierte en una transformación, una fusión genética, una revolución celular a modo de cáncer y lo mejor de la historia, sus cambios no sólo en el aspecto, sino en su fuerza física o en su agilidad, un poder que surge de su interior, una droga totalmente pura y además, y esto es lo bueno, toda una cadena de cambios desde la conducta
humana hacia la animal, comenzando con delirios de grandeza y camino a la pérdida del control sin vuelta atrás pero de forma paulatina, esta metamorfosis suena a sencilla pero requiere de gran habilidad porque va por pasos, está llena de matices.

La película tiene momentos indudablemente buenos de los que han bebido otras cintas sobrenaturales, llega a tener problemas añadidos y paralelos al horror principal, puede que no tenga base científica pero si un alto nivel de potencia psicológica, llega a ser repugnante y asquerosa, pero se preocupa en que quede claro que el protagonista reconoce en la situación en que se encuentra, que no se detiene y que los insectos no tienen política ni compasión, ni se puede confiar en ellos, el sueño de su experimento ha terminado y el animal ha despertado.