Antes que nada tengo que decir que soy muy sensible a temas como el que se trata en esta película. Mi sobrino Raúl sufrió una enfermedad muy parecida a la que se describe aquí con tan sólo 4 años. Estuvo al borde de la muerte pero, afortunadamente, la superó y hoy día, dos años después, es un niño feliz con una vida normal aunque siguiendo un tratamiento de por vida. Por todo ello, por lo que me ha hecho revivir, por cómo me he sentido identificada con la familia de ese niño, con su desesperación, por el infierno que vivimos durante los dos meses que mi sobrino estuvo ingresado, tengo que decir que "El aceite de la vida" me ha llegado al alma. He llorado como una magdalena, la escena de la desesperación y el dolor de ese padre magistralmente interpretado por Nick Nolte cuando descubre las consecuencias de la enfermedad de su hijo me puso la piel de gallina. Susan Sarandon está impresionante. Esta mujer es una de mis debilidades pero es que aquí roza la perfección. Peter Ustinov está como en él es habitual, correcto. Pero si alguien destaca en todas estas maravillosas interpretaciones es el pequeño Zack O'Malley Greenburg, quién no volvería actuar más tras esta película y que desborda realismo a la hora de reflejar el sufrimiento de su personaje. Basada en un hecho real, decir que el verdadero Lorenzo lograría vivir hasta justo un día después de 30º cumpleaños y que su madre, Michaela Odone, fallecería irónicamente ocho años antes que él debido a un cáncer de pulmón. George Miller, médico además de director de cine, se haría cargo de dirigir esta historia que le haría reunirse de nuevo con la Sarandon, con la que ya había trabajado en "Las brujas de Eastwick". En resumen, película más que recomendable con la que necesariamente pasarás un muy mal rato pero que te hará concienciarte de las dificultades que entran en un hogar cuando una de estas malditas enfermedades mete la cabeza en él.
Te quiero, Raúl.