Un clásico Ochentero con trazo de telefilm en el que encontramos al curtido Malone (Burt Reynolds), buscando su retiro espiritual después de una azarosa vida como agente secreto.
La presentación es la de un personaje que se ha dedicado a pasaportear a la gente, según le indicaban, lo cual nos dice que no debe tener muchos escrúpulos, pero el pueblo al que llega está dominado por un magnate (Cliff Robertson), que tampoco los tiene.
El enfrentamiento está servido.
Parece ser que quieren hacerse con el pueblo para crear un centro de adoctrinamiento siguiendo una conspiración a nivel nacional. Quieren crear un nuevo frente patriotero y llegar al poder; así que determinada gente no les interesa que sigan viviendo allí.
Malone pasa de política, como hombre duro de bigotazo y mirada asesina, la política ni le va ni le viene, aunque seguro que no le disgustaría mucho el programa del magnate y su banda de matones. A los hombres duros esas inquietudes por servir al ciudadano no les va..., bueno, vamos a decir la verdad, no se lo creen; saben que al final de lo que se trata es que "la pela es la pela" y ya está.
Tienen mucha experiencia y conocen el percal, están muy por encima de esos engaños; son muy listos e inteligentes. Lo que les preocupa son las cosas ciertas, tangibles… Su chica (la guapísima Lauren Hutton, para mí por lo menos, y para Malone también), su imagen, los negocios, la transmisión de su coche… Su pistola. Estas cosas. Es gente práctica, por ejemplo: los libros y los periódicos les interesa, pero para disimular.

Burt Reynolds siempre ha gozado de mi simpatía; fue muy popular en su tiempo y sobre todo desde Deliverance, uno de los mayores éxitos de los 70.