Ésta es la encantadora e hilarante gran aventura de una muchacha china de la antigüedad que no se resignaba a ser como las demás muchachas de familias pudientes, las cuales estaban destinadas a servir como floreros adornados y bonitos y a dominar las delicadas artes e impecables modales necesarios para agradar al hombre al que estén destinadas en matrimonio.
Pero Mulan se siente atrapada. Detesta vestirse y adornarse como un florero, nunca ha llegado a dominar las artes de la seducción femenina y su espíritu es demasiado inquieto, nada proclive a ofrecer la imagen de una joven sumisa, obediente y de esmerada educación. Sus padres desesperan de que ella llegue algún día a comportarse con la distinción y el decoro propios de su condición femenina y de su rango. Ella sueña con una vida mucho más activa y gratificante.
Como también es una chica de gran corazón y adora a su familia, cuando se presentan los emisarios del emperador para llamar a filas a los varones de las familias, Mulan no está dispuesta a que su padre, un hombre ya mayor, arriesgue su salud y su vida en el campo de batalla, así que idea el plan de hacerse pasar por hombre y alistarse. Y descubrirá la clase de vida que ella siempre ha soñado y se encontrará a sí misma.
Acompañada por un pequeño dragón que es como un talismán protector de su familia (y que también padece de verborrea, es un paliza incurable y un patoso que cada dos por tres mete la pata), se embarcará en grandes y peligrosas aventuras.
No pararemos de reírnos con la multitud de secuencias más que divertidas y presenciaremos muchas escenas de acción desbordante que nos dejarán buen cuerpo.
Un desenfadado análisis de los roles femeninos, una ruptura de los prejuicios que determinan dichos roles y un canto a la libertad de elección.
Y, sobre todo, muchas, muchas risas, con ese dragoncito cachondo y caradura.