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Vivoleyendo rating:
8
8.1
14,089
Drama
An egotistical producer, Jonathan Shields (Douglas), determined to prove himself the finest filmmaker of all, gladly steps all over those who helped him when he was starting out. Told from the perspective of three victims -- an actress (Turner), a writer (Powell), and a director (Sullivan) -- this picture captured five Oscars and also includes what many believe is Turner's finest performance ever.
Language of the review:
- es
July 19, 2010
15 of 18 users found this review helpful
Pasen y vean los genuinos engranajes y los intestinos de esa rutilante industria llamada cine.
Observen el intrincado entramado que hay detrás de cada película. Todos esos nombres que figuran en los títulos de crédito no son simples nombres que desfilan por una pantalla. Tras cada uno de ellos, hay un eslabón de la inmensa cadena.
Vincente Minnelli hizo algo parecido a una operación a corazón abierto sobre uno de los negocios más mitificados y rentables del mundo. Un negocio que tiene la afortunada ventaja de poder convertirse en arte, en fábrica de sueños, y transformar en oro lo que toca. El cine tiene un aura especial, de leyenda.
Por lo menos, eso consiguió Hollywood cuando creció hasta dimensiones colosales y se colocó en el centro de atención mundial.
Decir “Hollywood” era parecido a nombrar el paraíso, aunque por detrás de la estampa legendaria representada en nueve letras mayúsculas de color blanco situadas sobre una colina de Los Ángeles, no aguardaba precisamente un paraíso, sino una jungla espesa en la que había que tener determinación, imaginación, ambición, talento y agallas para no sucumbir a la claustrofobia de estar encerrados entre fieras.
Jonathan Shields suma todas esas cualidades. Ha nacido para la jungla de la mayor industria de cine del planeta. Y para demostrarlo, no reparará en medios. Podría ser un David O. Selznick, podría ser como cualquiera de esos productores que hacen bastante más que aportar capital y preocuparse sólo de ganar dinero. Shields es un artista cuya vocación es producir cine de calidad. Comenzando como la mayoría, al principio se emplea en películas de serie B, pero su genialidad pronto despunta y él empieza a tomar el control.
Además de su buen olfato para la calidad, también lo tiene infalible para detectar talentos en ciernes…
Un director de exitosa carrera, una actriz disputada por todas las compañías, y un escritor y guionista ganador del premio Pulitzer reciben una llamada telefónica a la que se niegan a atender. Ante su negativa a contestar, los tres son convocados por un productor que ha sido un estrecho colaborador de Shields durante muchos años.
Esas tres personas tienen mucho que contar, y mucho sobre lo que recapacitar. Tienen algo en común en su pasado: Jonathan Shields.
Observen el intrincado entramado que hay detrás de cada película. Todos esos nombres que figuran en los títulos de crédito no son simples nombres que desfilan por una pantalla. Tras cada uno de ellos, hay un eslabón de la inmensa cadena.
Vincente Minnelli hizo algo parecido a una operación a corazón abierto sobre uno de los negocios más mitificados y rentables del mundo. Un negocio que tiene la afortunada ventaja de poder convertirse en arte, en fábrica de sueños, y transformar en oro lo que toca. El cine tiene un aura especial, de leyenda.
Por lo menos, eso consiguió Hollywood cuando creció hasta dimensiones colosales y se colocó en el centro de atención mundial.
Decir “Hollywood” era parecido a nombrar el paraíso, aunque por detrás de la estampa legendaria representada en nueve letras mayúsculas de color blanco situadas sobre una colina de Los Ángeles, no aguardaba precisamente un paraíso, sino una jungla espesa en la que había que tener determinación, imaginación, ambición, talento y agallas para no sucumbir a la claustrofobia de estar encerrados entre fieras.
Jonathan Shields suma todas esas cualidades. Ha nacido para la jungla de la mayor industria de cine del planeta. Y para demostrarlo, no reparará en medios. Podría ser un David O. Selznick, podría ser como cualquiera de esos productores que hacen bastante más que aportar capital y preocuparse sólo de ganar dinero. Shields es un artista cuya vocación es producir cine de calidad. Comenzando como la mayoría, al principio se emplea en películas de serie B, pero su genialidad pronto despunta y él empieza a tomar el control.
Además de su buen olfato para la calidad, también lo tiene infalible para detectar talentos en ciernes…
Un director de exitosa carrera, una actriz disputada por todas las compañías, y un escritor y guionista ganador del premio Pulitzer reciben una llamada telefónica a la que se niegan a atender. Ante su negativa a contestar, los tres son convocados por un productor que ha sido un estrecho colaborador de Shields durante muchos años.
Esas tres personas tienen mucho que contar, y mucho sobre lo que recapacitar. Tienen algo en común en su pasado: Jonathan Shields.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Hay personas que aman tanto su vocación, y que poseen tal tacto para hacer aflorar la estrella escondida que algunos llevan dentro, que no reparan en medios para lograr que el patito feo eclosione en cisne, o que el modesto artista que se infravalora o que no ha sido suficientemente reconocido acabe echando fuera un caudal de inspiración que no habría podido concebir, y que sin embargo estaba ahí.
¿Genio, o loco? ¿Amigo, o ave rapaz? Es difícil discernir la línea entre lo correcto y lo infame, entre la genialidad y lo mezquino.
Entre la condena y el perdón.
Estupenda, minuciosa y mordaz disección del interior de esa olla de prodigios capaz de lo mejor y lo peor.
Porque nos deja pensando en si es lícito el “todo vale” por mucho que se trate de Hollywood.
Y en que todo tiene más de una cara. Y siempre hay una que la mayoría del público no ve, y que preferiría no descubrir.
¿Genio, o loco? ¿Amigo, o ave rapaz? Es difícil discernir la línea entre lo correcto y lo infame, entre la genialidad y lo mezquino.
Entre la condena y el perdón.
Estupenda, minuciosa y mordaz disección del interior de esa olla de prodigios capaz de lo mejor y lo peor.
Porque nos deja pensando en si es lícito el “todo vale” por mucho que se trate de Hollywood.
Y en que todo tiene más de una cara. Y siempre hay una que la mayoría del público no ve, y que preferiría no descubrir.