Se han cometido demasiadas estupideces en nombre del honor. De ese honor de escaparate al que lo único que le importa es el qué dirán.
Max Ophüls era judío y, oportunamente previsor, se marchó de Alemania al ascender el partido nazi al poder. Al poco de llegar a Francia, volvería a rodar, doblada al francés, su película "Amoríos", que es la que yo he visto. Es fácil suponer que en cuanto los nazis pusieron pegas a su versión original rodada en Alemania (bastó con que apareciese su apellido judío en los créditos), él decidió tomar las de Villadiego.
Era gran admirador del novelista y dramaturgo Arthur Schnitzler, el cual le sirvió de inspiración para varias obras. La atrevida exploración que el escritor suele realizar del amor, el erotismo y la forma en que encajan en la sociedad de la época fueron un excelente reclamo.
Schnitzler escandalizó a buena parte del público con sus historias de romances poco decorosos, infidelidades y un tratamiento bastante directo de la búsqueda del placer, que suele estar sujeto al dolor a causa de las restricciones morales y las consecuencias de saltarse ciertas convenciones.
Magda Schneider (a la que su hija Romy se parecía mucho pero habiendo heredado una belleza que su madre nunca poseyó) representa el rol de una muchacha tímida y responsable cuyo padre es un hombre comprensivo y tolerante. Ambos pertenecen a una clase media que va abriéndose paso en una Europa que, si bien no es un remanso de paz, aún le tocará, pronto, sufrir los tiempos más convulsos de su historia. No son ricos pero tampoco son pobres de necesidad. Él es músico y ella se prepara para dedicarse al canto lírico. Su casa es modesta pero acogedora. Su relación se basa en el respeto mutuo y la confianza. Christine sale a veces con su amiga Mitsy, de cascos un poco ligeros y coqueta incurable. Una noche, tras un pequeño incidente en la ópera, se encuentran con dos jóvenes y uno de ellos es un teniente metido hasta el cuello en un lío de faldas con una baronesa casada. Al conocer a Christine, la amante con la que ya ha llegado a un punto muerto se borra de su corazón y se ilusiona con este nuevo amor hacia una chica que no carga con el inconveniente de un importuno marido, buena e inocente...
El sarcasmo de la veleidosa suerte viene a reírse de ese estúpido honor de fachada al que se le da más valor que a la vida.