Lo primero que hay que felicitar de esta cinta de horror holandesa es su originalidad, un ascensor con viles intenciones homicidas no se ve todos los días dentro del género.
La película tiene un desarrollo aceptable, mantiene el suspense durante todo el metraje y el conflicto conserva el interés del espectador.
Sólo hay que achacarle que por allí la fundamentación cientificista del por qué ocurre lo que ocurre se queda un poco corta y no deja conforme a espectadores que exigimos cimientos argumentativos sólidos. Si bien sabemos que estamos en presencia de un producto que a priori es demasiado licencioso, todo el tema de la inteligencia artificial y los chips orgánicos no satisfacen como para dar base sustentable como filme de ficción.
Desde el terror, el filme propone algunas muertes bastantes elaboradas, pero tampoco se puede decir que la película sea un alto exponente generando miedo y zozobras.
Pero sí desde el misterio y la intriga esta obra consigue mantener durante 90 minutos todo un halo de suspenso para develar qué hay detrás del ascensor homicida.
En fin, un producto sumamente novedoso cuyos puntos fuertes son sus intrigantes sucesos que despliega, lástima que su desenlace no está a la altura de las circunstancias cuando hay que explicar y consolidar el conflicto.