En la Surcorea rural durante los años 50 (Guerra de Corea) hay un descalabro social. A pesar de las dramáticas y trágicas peripecias de los personajes, coreanos o americanos, una carga enorme de humor negro recorre una película muy bien hecha, de tal modo que uno se puede reír como si se tratara de niños o marionetas haciendo locuras. Todos, al mejor estilo norteamericano, abundan en golpes de puño, de bates de béisbol, de armas blancas y de fuego mientras las tropas norteamericanas transitan el lugar y aviones y helicópteros del mismo origen circulan en las cercanías. Lo duro es el desorden social, la ruptura de una cultura, las condiciones económicas, las relaciones afectivas entre extraños y el comportamiento insólito de los coreanos, totalmente envilecidos y camorreros. Es una verdadera tragedia que parece no tener fin y que transita caminos de "comedia negra" o comedia dramática, donde los excesos hacen reír. Nadie se toma las cosas en serio aunque las tome muy mal y todos parecen querer resolver lo que sea con extrema violencia. Es una película muy divertida tomada de este modo y, al mismo tiempo, muy dramática, que pone a todos los personajes, sin excepción, en el ridículo.