El terror está peor que nunca en el país del norte. Todo atisbo de originalidad parece haberse extinguido hace ya varios años con la moda de las secuelas y los especialmente molestos remakes (que destrozan clásicos y empeoran truños con muy contadas excepciones).

Los responsables de éste supuesto “remake” ni parecen haber pensado alguna vez en mejorar el también bodrio de 1980. El guión parece escrito en una noche por un novato que ha visto muchos slashers (incoherencias y estupidez campan a sus anchas), no hay como tragarse a los protagonistas pijos guaperas y populares que además están nefastamente interpretados por no menos hostiables actorcillos con carreras en declive.

Ni hay sustos (todo es insultantemente predecible) y ni el gore satisface a los cada más numerosos fanáticos de las tripas (que básicamente es el único público que le quedan a estas películas hoy en día).

No vale la pena gastar ni un centavo en verla.