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Servadac rating:
9
Drama Au Hasard Balthazar presents an unfettered view of human cruelty, suffering and injustice, filtered through the eyes of a donkey over the course of his long life. The burro at the film's center begins life peacefully and happily, as the unnamed play-object of some innocent children in bucolic France, but his circumstances change dramatically when he becomes the property of a young woman named Marie - who christens him Balthazar. As she ... [+]
Language of the review:
  • es
July 27, 2016
57 of 58 users found this review helpful
“Podría resumir la idea de la película diciendo que muestra el ajetreo y las pasiones de los seres humanos frente a un asno.”

Yo le daría, en cierto modo, la vuelta a estas palabras de Robert Bresson y diría que Balthazar es un espejo neutro e interior en que se imprimen y reflejan los vicios de los hombres. No se trata de ofrecer una imagen externa y aparente, sino de vislumbrarnos –nosotros, los espectadores– por dentro y en profundidad, a través de una mirada, la del asno, que es a la vez testigo y enlace entre el que observa y lo observado.

Bresson, como Yasujiro Ozu, utilizaba un único objetivo de 50 mm. Un objetivo, en palabras de Ghislain Cloquet (director de fotografía del film) “bastante restrictivo, que impone límites extremadamente precisos. Fuente, como toda regla un poco severa, de consecuencias absolutamente inesperadas y maravillosas.” Para mí, los límites que impone en este caso el objetivo son los límites de la visión de Balthazar; una visión que, como he señalado, me parece neutra e interior y viene reforzada por los ángulos en que se toma cada imagen. Viendo la película no puedo evitar la sensación de que lo que acontece siempre viene tamizado por esa mirada, una mirada acuosa que invita a que el espectador añada al film sus propias emociones.

El director francés renegaba de la puesta en escena, idea proveniente del teatro y que ha campado a sus anchas en el cine, y abogaba, más bien, por una “puesta en orden” de los elementos, gracias, por un lado, al poder de la cámara y el magnetófono y, por otro, mediante el uso del montaje. «Para mí, el cinematógrafo es el arte de que cada cosa esté en su sitio. Algo en lo que se asemeja al resto de las artes. Es conocida la anécdota de Johann Sebastian Bach interpretando una pieza para un alumno. Viendo que el alumno desbordaba de admiración, el maestro le dijo: “No hay nada que admirar, se trata sólo de pulsar la tecla justa en el momento adecuado y el órgano hace el resto” ».

Robert Bresson creía en el automatismo. Pensaba que “la vida no se puede copiar. Hay que tratar de encontrar un truco para llegar a la vida sin copiarla. Si se la copia, lo que se obtiene es falso. Por medio de lo mecánico creo que se puede llegar a lo verdadero, incluso a lo real.” Por ello vacía de expresión profesional a sus modelos y busca en ellos el automatismo. Y por ello el asno que utiliza no estaba previamente amaestrado (una vez rodadas casi todas sus escenas, tuvo que esperar dos meses a que un adiestrador lo preparara para realizar los planos en el circo). “Recreo [la vida] a partir de elementos tomados de la realidad en bruto. Y poniendo esos elementos, sean sonidos o imágenes, unos junto a otros, se produce de repente una transformación en la que hay vida. No es vida natural, ni propia del teatro, ni tampoco literaria, es la vida del cinematógrafo.” De ahí que el montaje sea capital.

Encuentro en una intervención de François Reichenbach en la que habla de ‘Au hasard Balthazar’ una exquisita explicación del uso que el director francés hace del sonido en esta cinta: “(…) me ha conmovido aún más que de costumbre, porque hay menos palabras de lo habitual y, cada vez que éstas llegaban, me producían un shock. Soy, ante todo, músico; y he disfrutado como músico del film. He amado los silencios que realzan el valor de los efectos de sonido, y los sonidos que traen la música, y la música que concede la palabra a la palabra.”

Ritmo, color (cálido o frío), sentido, en ese orden. Así es la jerarquía de Bresson. “Diría que en este arte que se apoya en las imágenes, el espectador ha de perder toda noción de imagen y ha de ser absorbido por un ritmo que lo arrastre. Nunca, en ningún arte, el ritmo ha sido tan esencial. Es necesario que cosas que hubieran sido olvidadas de inmediato se recuerden por el hecho de haber sido atrapadas por el ritmo.” De ahí el aplanamiento de la imagen y el cuidado minucioso y obsesivo por el orden, los efectos de sonido, la música, el silencio. Sus películas podrían leerse o escucharse como una partitura. Cada vez que suena Schubert, algo se transmuta en la pantalla; la música, en Bresson, no es nunca de relleno. No acompaña, transforma.

En ‘Au hasard Balthazar’, el director da la impresión de conocer muy bien lo que persigue, pero siempre abierto a la improvisación. “Creo firmemente en el trabajo intuitivo, pero sólo si viene precedido por una larga reflexión.” Bautizó con nombre bíblico al protagonista, y el film tiene, en efecto, resonancias bíblicas –el asno es animal que figura en varios episodios del Antiguo y Nuevo Testamento–. “Es, además, un santo”, declara la madre de Marie.

[Continúo mi exposición en el ‘spoiler’, desmenuzando el desenlace.]
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details. View all
Servadac
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