Filme iconográfico de la década de los ochenta en el que Tom Cruise acabó por consagrarse como ídolo juvenil del momento, y con el que Tony Scott consiguió su primer taquillazo sonado.

Cualquiera que tenga de treinta y tantos para arriba tiene una mínima idea de lo que fue “Top Gun” en su momento. Una escuela de pilotos de combate es el escenario en el que Maverick (Cruise), un joven temerario y ambicioso, pretende conseguir estar en el top de los mejores pilotos del país junto con una élite seleccionada de compañeros, entre los que se encuentran Val Kilmer y Tim Robbins. Maverick es un tío muy seguro de sí mismo, con mucha energía y ganas de comerse el mundo, y no duda en tirarle los trastos a la McGillis por muy instructora suya que sea, aunque ella tampoco le hace muchos ascos que digamos.

Cruise encarna el paradigma del éxito, el sueño de muchos jóvenes de la época. Un piloto de combate con talento, un seductor nato, apreciado y venerado por sus amigos… es el molde sacado de la fábrica de las utopías que llevó a muchos a alistarse en las fuerzas aéreas, para comprobar si había algo de verdad en lo que Tony Scott contaba. Más de uno se llevaría una gran decepción, pero el filme como propaganda militar funcionó a las mil maravillas.

Si dejamos de lado su repercusión, la película no es para tirar cohetes ni para hacer piruetas de la Patrulla Águila. Más bien es hasta aburrida. Su estructura narrativa recuerda la de otra cinta de contexto militar “derrite-féminas” como fue “Oficial y caballero” (1982), incluso en lo que tiene que ver con la canción romántica de turno, aunque aquella película al menos contaba algo interesante. No sé si será porque el guion es malo hasta decir basta, o porque en “El informal” nos saturaron con la escenita del baño en la que Flo doblaba a Tom Skerrit insinuándose a Cruise, o por una mezcla de las dos cosas.

Sólo para fans de Tom Cruise, entre los cuales me incluyo en los últimos años, pues considero que es un actor de los currantes, de los que se trabajan sus papeles a pesar de sus muchas limitaciones, consiguiendo permanecer en la cresta de la ola hasta nuestros días.