Sin llegar a ser una maravilla, bellísima película del siempre sorpredente Takeshi Kitano. En esta ocasión, se deja a un lado su habitual estilo de cine de acción con cientos de yakuzas pegándose tiros y dirige una maravillosa cinta con mucho humor y sazonada en su justa medida de ternura muy al estilo nipón. Un omnipresente piano que decora con gran acierto las escenas donde más se acercan los dos protagonistas. Un ex-yakuza, interpretado magistralmente por Takeshi Kitano, y un pobre chavalín que va en busca de su madre hace tiempo desaparecida (y no, no es la historia de Marco).
Takeshi realiza una actuación memorable, llena de humor, donde más de una vez te ríes a carcajada limpia. Kikujiro, un duro y antisocial ex-yakuza, hace de padre ocasional acompañando a un pobre niño huérfano de padre en una travesía repleta de situaciones de lo más variopintas, a veces rozando el subrrealismo como es propio en el cine de Kitano. Los personajes que van conociendo por el camino son un complemento esencial en el viaje, casi iniciático para Kikujiro.

Tanto como si eres fan de Takeshi Kitano como si no, esta película logra enternecer y al mismo tiempo hacer reír durante sus casi dos horas de metraje. Su gran acierto también se debe a un bellísimo piano que va directo a lo más profundo del alma, y nos hace acompañar al pobre Masao en su búsqueda como si fuera nuestra.

Una bonita experiencia en toda regla.