Otra gran película del artífice de la inolvidable "Cinema Paradiso", pero una obra que nada tiene que ver con su cine previo.
Se trata de un drama dialéctico, de cariz teatral y fuentes literarias (Kafka, Dostoievski): el que se entabla en una chapucera y cochambrosa comisaría entre un perspicaz e inteligente inspector de policía (un inusual y majestuoso Roman Polanski: ¿hasta dónde llega la genialidad y el talento del monstruo polaco?) y un escritor detenido (un admirable Gérard Depardieu), del que casualmente el policía es admirador de su obra. Magistral y portentoso el "tour de force" entre ambos.
Película atípica y a contracorriente, no es nada extraña la presencia de Polanski en el proyecto, pues aparte de la presencia latente del mundo de Kafka, en la película hay una atmósfera y un universo inequívocamente polanskianos (valdría el símil de Welles y Carol Reed en "El tercer hombre"): ambigüedad, ambiente claustrofóbico, pocos personajes, importancia absoluta de la puesta en escena...
"Una pura formalidad" plantea una curiosa situación en la que el mito y héroe (el escritor) revierte su posición y pasa a ser un tipo corriente y acusado de un asesinato delante de un fan que ahora tiene el poder de sojuzgarle y sentirse él, el mito, el auténtico talento, de admirador a admirado.
Así pues, una gran película, que confirma a Tornatore como el maestro que es, pero de la que evidentemente casi nadie -me alegran algunas críticas-, ni siquiera como pura formalidad, valora en su justa medida: hay más talento, aventura, creatividad, riesgo y lo que se quiera, encerrado aquí que en 20 películas elegidas al azar de ese mismo año. He dicho.