Tuve la sensación de ver el espectáculo de un mago tan malo que deja entrever todos sus trucos, pero el tipo es tan divertido que hace que el show parezca bueno. Salgo a la calle y pienso: “no ha estado tan mal”. Pero a medida que me distancio del teatro me digo a mí mismo: “un momento. Yo he pagado por un número de magia, no de comedia”.

El truco más visible de los que me produjeron rechazo, es que todos los eventos que contribuyen a la catarsis del protagonista con excepción de la enfermedad de la risa incontenible, los he visto antes y mejor ejecutados: abuso sexual (festen), mujer no correspondida (la condena, 1988), enfermedad biológica (alguien voló sobre el nido del cuco), carencia afectiva materna (la pianista), agresión física (Mystic river), fracaso laboral (Breaking Bad), traición de amistad (Érase una vez en América), revelación de un pasado indeseado (Star Wars)…solo faltaba la inclusión del bullying en el colegio para fronterizar con los cánones de la telenovela. Siento que Phillips y Silver están poseídos por una voluntad cuantitativa y no cualitativa en cuanto a la creación de artefactos para generar empatía. Lo que hace que los ejemplos mencionados anteriormente sean a mi parecer más competentes en lo que tratan, es que sobreponen la calidad ante la cantidad. Y en prácticamente todos los casos, un solo elemento de los mencionados es suficiente como para motorizar un conflicto interno hasta el fin del metraje. La ingente cantidad de dramatizaciones me producen una sensación de incredulidad y sobretodo, de demagogia. Lo cual me lleva al siguiente punto.

Absolutamente todas las entidades de la película sin excepción alguna, quieren destruir a Arthur Fleck. Tanto las decisiones de dirección como de guión contribuyen a la creación de un entorno inmundo, infernal e injusto, en el que nadie hace nada para ayudar a las víctimas de la sociedad que no pueden valerse por sí mismas. Hasta el punto de mostrarte cómo recortan las subvenciones en medicina provocando de esta forma que su psicóloga deje de atenderle y no pueda tomar analgésicos. Primero, en ningún momento el director me ha mostrado el valor de esas pastillas. ¿Por qué debo asumir que son importantes para su salud mental si en ningún momento se muestra el contraste entre su conducta social bajo sus efectos y sin ellos? Pero el momento culminante en el que perdí la paciencia fue cuando cierto personaje le pega un puñetazo a Arthur en el rostro cuando están en los baños del teatro. Ahí percibí a un director diciendo a la cámara: “mirad qué malos son los aristócratas. No solo no les preocupa el bienestar de los ciudadanos, sino que contribuyen a hacerlos sentir más desfavorecidos”. Esa demonización latente en toda entidad del entorno me genera una sensación de maniqueísmo exacerbante. Y es que el mundo está construido en la mente de los seres humanos. Ni todo el mundo te quiere ayudar, ni todo el mundo te quiere destruir. La ontología es indivisible a la ambigüedad.

Cuando un buen narrador utiliza como espacio de desarrollo una civilización hostil, se las ingenia para crear recursos que provoquen que sea corrosivo para el protagonista pero posiblemente benigno para otros ciudadanos. La Nueva York que retrata Scorsese en Taxi Driver, la esboza como un lugar perverso que el protagonista rechaza hasta el punto de verse obligado a limpiarla por su propia mano. Pero porque lo ves desde su punto de vista. El momento en que te distancias de él, se percibe como un lugar que para algunos no es más que un espacio cotidiano. Aparecen hombres consumiendo los servicios que ofrece el barrio como la prostitución o cines eróticos normalizándolo, o personas que crean su refugio aprovechando las circunstancias sociales como Sport. De hecho el propio Travis llega a formar parte de ese colectivo que él mismo critica. Y hasta el mismo presidente del país anda por esas calles impunemente. Es una zona más o menos habitable para los residentes de origen, o los que se adaptan a diferencia del protagonista. Y Breaking Bad, por mencionar un segundo ejemplo en que el protagonista es presionado para violar sus códigos morales, disuelve también con maestría la concepción del bien y el mal para evadir el maniqueo. Sabes en todo momento qué tipo de eventos son favorables o contraproducentes para Walter, pero el ser contraproducente no hace hincapié a la maldad del mundo que lo rodea sino en cómo él moldea el mundo en su mente. Lo más palpable en ello es cuando le ofrecen dinero para su tratamiento en la primera temporada y lo rechaza por orgullo. Ahí veo un narrador comprometido con los matices del mundo real. En Joker solo veo manipulación empeñada en demonizar el entorno no solo desde su punto de vista, sino también desde la distancia. Y esto me lleva al tercer punto, el detonante de toda la torpeza narrativa que destilan las peores escenas de la película. Su punto de vista.

Se ha comparado con Taxi Driver precisamente por anhelar a hacer el estudio de un personaje aparentemente adaptado a los cánones sociales, que termina por encadenar una serie de actos subversivos como rebelión sociopolítica. Algo nada nuevo, técnicamente llamado "ficción transgresiva", en la que Chuck Palahniuk seguramente se lleve la cota más alta de popularidad en la narrativa moderna, y Fiódor Dostoyevski en un espectro algo más clásico. El caso es que uno de los métodos más eficaces para generar empatía con el protagonista en este tipo de obras, es respetar el punto de vista en todo momento. En el caso de Taxi Driver sólo hay una escena en la que se rompe, y de hecho el propio Scorsese dijo en una entrevista que era consciente de que lingüísticamente era un error. El problema con Joker en relación a este aspecto, es que a pesar del título de la película parece que el director está más pendiente del "fanservice" y el exhibicionismo que de respetar el lenguaje. Hay tres casos en particular que lo ejemplifican con mayor desdén: