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España España · Madrid
Críticas de Penguin
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Críticas 6
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
30 de enero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean-Pierre Mocky fue a todas luces mi descubrimiento maestro de 2017. Vi en ‘Solo’ un exquisito aprovechamiento de escasísimos medios, dejando en pañales la precariedad financiera de la serie B neoyorquina, y un talento innato del cineasta para crear una atmósfera opresiva. Tardaré tiempo en olvidar la genial escena del camión.

En ‘El albatros’ repite la fórmula, sirviéndose de los mismos códigos para construir un thriller tenso y áspero, para así alcanzar cotas aún más altas que las logradas en su anterior película. Obviando sin disimulo un par de lagunas argumentativas importantes, Mocky evidencia que esto no le quita el sueño si en pos de ello refuerza la oscura ambientación. Sospecho que no es en realidad sino una mera resignación a hacer una película un poco peor a costa de un irrisorio presupuesto, pero manteniendo la esencia como principio de base. Para el recuerdo queda la salvaje escena final, una apuesta arriesgadísima que dejará a cuadros a la mitad de los espectadores y fascinará a la otra mitad, porque no dejará indiferente a nadie.

Enmarcamos esta película en el subgénero del Polar, la corriente de maravillosos thrillers de los 50, 60 y 70 que reconfiguraban los códigos del noir clásico para crear películas más tensas, con una carga de pesimismo aún más evidente, y para mí desde luego mejores que el grueso de las que exhibiera Hollywood en las décadas previas. A principios de los 70 ya se anunciaba la caída de Jean-Pierre Melville, incontestablemente el cineasta más carismático del Polar; a pesar de que acababa de estrenar la fascinante Círculo rojo, a su siempre insatisfecho ego se unieron sus problemas de financiación y de salud, un cóctel que acabó llevándolo a la tumba, despidiéndose del cine por la puerta de atrás con la triste y lánguida Crónica negra.

No pocos directores quisieron heredar su legado, y aquí entra en escena su tocayo Mocky. Las dos únicas películas que he visto de él me invitarían al optimismo de pensar que pudiera tratarse de una joya abocada a convertirse en uno de mis directores favoritos. Sin embargo, decae mi ánimo con un simple vistazo a su filmografía, pues al parecer, y siempre atendiendo a las fichas de Filmaffinity, los thrillers se esfuman de ella para dar generalmente paso a la comedia. Sea como fuere, quedo obligado a ahondar más en su cine, aborde la temática que aborde.

‘El albatros’ es una película desactualizadísima, como lo es todo el Polar; y lo es no por deméritos propios, sino por deméritos de la industria actual, diré. Es impensable esta clase de producciones en la industria actual, que copa el género del thriller por medio de películas de Liam Neeson, Nicolas Cage y derivados, donde todo es frenesí y ruido. Evidentemente, éstos son aspectos apreciados por el gran público, puesto que la consumista oferta de Hollywood recibe su respuesta en forma de apreciable demanda que justifica la continuidad de la apuesta por esta clase de producciones; no son aspectos apreciados por mí, que debo de ser un carca que disfruta más con un desasosegante y mantenido silencio que con una concatenación de tiros y explosiones. Sin embargo, como ya anunciaba Rick “siempre nos quedará París”, y ahí tenemos a nuestros vecinos franceses que desde la década pasada se empeñan en revivir una de las corrientes más virtuosas de su propio cine, con Marchal y Richet a la cabeza. A ellos nos debemos y a ellos confiamos la supervivencia del Polar.

Concluyendo, 'El albatros' es un gran exponente de la esencia del Polar. Mocky parte de un presupuesto ridículo para sortear los escollos adecuados e ignorar aquéllos sobre los que los traspiés de su proyecto son asumibles. En una decisión muy inteligente logra mantener la esencia de la cinta para hacer de ella una de las grandes tapadas del género.
Penguin
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2
18 de enero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un par de semanas confesaba que creía haber visto mucho cine para la aún joven edad que tengo. Sin obviar los abismos por lagunas de tantísimos títulos que me quedan por conocer y disfrutar, echo la vista atrás y me siento orgulloso de mi bagaje cinéfilo, creyéndome capaz de debatir sobre el séptimo arte con buenos argumentos en la mayoría de los contextos. La línea que separa el orgullo de la soberbia puede ser muy fina, y es aquí cuando uno puede pensar que ya lo ha visto todo... hasta que da con Brokedown Palace.

Digo lo anterior porque yo no recuerdo haber visto nunca nada igual. Pensaba que podía estar ante una revisitación de Midnight express (aunque a mí las ponzoñosas cárceles del sudeste asiático siempre me remiten a The deer hunter), pero no tardo en despertar de mi engañoso imaginario.

Apresadas dos chicas injustamente en una cárcel de Hong Kong, la promesa de angustioso drama se trasviste de impúdica banalización, evidenciando que marca su target en el público quinceañero y que tampoco se quiere traumatizarlo más de la cuenta. Donde debiera haber un rápido deterioro psicológico ante la alarmante falta de medios para salir de esa inhumana situación tenemos a unas protagonistas a las que lo más traumático que les sucede es que una loca les pone cucarachas dentro de una esterilla.

Dirige Jonathan Kaplan, el mago que hizo de una de las mejores actuaciones de Jodie Foster en su carrera con The accused un abominable y terriblemente vulgar telefilm de sobremesa. Aquí Kaplan se propuso filmar Al salir de clase en un país exótico, para lo cual dispuso a la Lore y la Vane a discutir sobre si la una se lio con el novio de la otra en tan paradisíaco spa carcelario. Terrible culebrón. Menos mal que se reconcilian, porque si no me da un telele y no lo cuento.

El componente descacharrante lo pone la banda sonora, formada por conocidas piezas de pop. POP, sí. En un drama carcelario (presunto ya, a estas alturas). Te tienes que reír.

Por el camino sufrimos con Bill Pullman encarnando al clásico tío que sólo piensa en el dinero pero que de pronto se implica mucho en el caso de las chicas, aprovechando que era jueves, que ese día se había dejado el sombrero en casa y que el Pisuerga pasa por Valladolid. Un saludo para quien pensó que Pullman valía más que para vender fruta.

¿Pero tiene algo bueno esta película? Bueno, Claire Danes y Kate Beckinsale hacen lo que pueden, pero sus personajes, planos como el papel de lija sobre el que se escribirían sus biblias, coartan mucho sus capacidades.

No puedo evitar imaginarme que esta película sería publicitada en su día en aquellas revistas para quinceañeras, junto a los ajustados vaqueros de Bisbal y un quiz sobre cuánto sabes sobre la vida de Jennifer Lopez. Pues eso.

En la zona spoiler desgranaré algunas cosas que quien quiera ver la película preferirá no leer antes de hacerlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Penguin
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8
6 de septiembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una calle azotada por la lluvia, apenas iluminada por las farolas. Siete hombres en gabardina salen del bar y se dirigen al coche. El chófer no abre la puerta, permanece inmóvil. Una metralleta comienza a disparar desde la penumbra, al inicio de la calle; nosotros sólo escuchamos la suave música que ha suplido el sonido ambiente mientras los hombres van cayendo como objeto de las balas. Sólo queda uno en pie, uno que ha permanecido de espaldas, negándose a enfrentarse a su agresor. Éste se acerca. El primero llora en silencio, y a mí se me parte el alma sólo con verlo; sabe que su hora ha llegado, y abraza su suerte. “Me alegro de que seas tú”.

La relación triangular entre el hijo que al padre le hubiera gustado tener, el que le ha tocado y él mismo me evoca a la de ‘Gladiator’ entre Crowe, Phoenix y Harris, sólo que rehuyendo el tono épico de Ridley y a raíz de unos personajes mucho mejor trabajados. John quiere a Michael más que a su propio hijo, al que desprecia por inepto; pero a la hora de la verdad, la sangre pesa, y si hay que elegir, quizás no se puede elegir lo que uno querría, sino lo que toca.

La descrita en el primer párrafo es una de las mejores escenas que he visto nunca en cine, y también una de las que más me han emocionado. Quien me conoce sabe que nunca derramo una lágrima al ver una película, y hasta la fecha sólo ‘Papillon’ ha logrado ser la excepción a la regla. Reniego de los dramones, y detesto las frases pomposas como “El amor es no tener que decir nunca lo siento”. Y sin embargo, yo encuentro la emoción suprema en una película de gangsters. En ella veo a uno de los mejores actores que el cine dado nunca en un papel estupendo, firmando la mejor actuación crepuscular que ningún gran actor ha disfrutado nunca. Paul llora, y con él lloro yo, aunque sólo sea por dentro: por el fantástico personaje que ha construido y con el que empatizamos al 100%, por la dolorosa resolución a una confrontación que no podía acabar bien y por el colosal broche a la carrera de uno de mis actores predilectos.

La fotografía, que colma LA ESCENA, es majestuosa a lo largo de toda la película. Suelo prestar poca atención a este componente, pues suelo percibir que la foto parece hacer la guerra por su cuenta para el lucimiento de su responsable, o que simplemente trata de esconder la vacuidad dramática. Sin embargo, en ‘Camino a la perdición’ siento que todo está donde debería, que no me sobra (ni falta) nada, que no hay plano de más para que nos fijemos en la belleza del paisaje. Realmente creo que la fotografía de esta película, con su fabuloso juego de blancos y negros, de contrastes y difuminados, debe ser (y es) estudiada en las escuelas de cine.

Sam Mendes, que en su corta carrera cuenta con dos peliculones (‘Camino a la perdición’ y ‘Revolutionary Road’) y una notable sátira (‘American Beauty’), como también algún tropiezo (‘Un lugar donde quedarse’), se ha convertido en uno de mis directores predilectos, un tío del que siempre espero más que el resto. Sin embargo, no ha llegado hasta aquí marcando una línea de autor, sino demostrando una amplísima gama de registros: en ‘American Beauty’ ofrecía una colorida y agridulce sátira del American way of life; en ‘Camino a la perdición’ relata una historia negra y fría de gangsters y venganza; en ‘Jarhead’ se sentó a no contar nada sobre la guerra en que no pasó nada; en ‘Revolutionary Road’ narraba una desgarradora historia de ilusiones rotas, volviendo a atacar las bases de la sociedad americana; en ‘Un lugar donde quedarse’ no sabemos muy bien qué hizo. De un modo u otro, nos ha acostumbrado a degustar siempre caviar, y a falta de que se despida del agente 007, que a algunos nos la repampinfla, parece complicado sacarlo de un top-10 de cineastas en activo. En la película que nos ocupa, Mendes construye su Torre de Babel sobre el excelente guión de David Self, dotando al contenido de una atmósfera turbia y deprimente que oprime los corazones de sus personajes.

En el apartado actoral, a la sombra del colosal Newman figuran un gran Tom Hanks y un Jude Law que nunca ha sido santo de mi devoción, pero que aquí logra construir a un personaje muy interesante a partir de su casi sádico temple en situaciones extremas. Tan sólo la anémica interpretación del joven Tyler Hoechlin supone un pequeño lunar.

“Cuando la gente me pregunta si Michael Sullivan era un hombre bueno o si en él no había ni una pizca de bondad, yo siempre doy la misma respuesta: era mi padre.”

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“En esta sala sólo hay asesinos […] Ésta es la vida que llevamos, la que elegimos, y sólo hay una cosa segura: ninguno veremos el cielo.”
Penguin
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2
10 de julio de 2016
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fulanita es una enferma del trabajo que no sabe lo que es vivir la vida. Acaba de echar de casa a su novio porque le puso los cuernos con la secretaria.

Menganita lleva tres años pillada por un compañero de trabajo que no deja de hacerle creer que todo va a ir bien, pero que en realidad no la trata con respeto.

Fulanita y Menganita se conocen por Internet en una web para intercambiar sus casas durante un par de semanas, y al día siguiente una pequeña villa al sur de Londres y la cosmopolita Los Angeles se cruzan en la permuta.

Menganito viene a recoger las cosas del novio de Fulanita, pero se encuentra con Menganita, que está muy buena, y aprovecha para acicalarle las pestañas.

Fulanito se presenta en casa de su hermana Menganita, en plena noche y con varias copas de más (algo que reconoce como algo habitual en él), pero en lugar de su hermana se encuentra con Fulanita. Él se invita a sí mismo a pasar, se toma una copita (total, si ya había perdido la cuenta, lo mismo le daba una más), le da un beso en los morros a Fulanita, y ésta le propone tener sexo. Fulanito es un fiera. A la mañana siguiente, ambos están de acuerdo en no mantener relación alguna.

Menganita conoce a su vecino, Paquito, un nonagenario que en el pasado fue un guionista muy importante de Hollywood del que ya nadie se acuerda, pero ella le enseñará a luchar por lo que se quiere.

Fulanita vuelve a besar a Fulanito, pero dejándole claro que tsss, ella no quiere nada con él; él empieza a no tenerlo tan claro.

Menganita invita a Menganito a cenar con Paquito y su pandilla geriátrica. El compadreo entre ambos crece, pero él tiene novia, así que no hay tema.

Fulanita, que ahora duda sobre su relación con Fulanito, se decide a visitarlo a su casa. Allí descubre que es padre de dos niñas. Fulanito se revela como un padre de familia responsable que se desvive por sus hijas. No vemos dónde encuadrar lo de sus frecuentes borracheras. Sea como fuere, Fulanita ahora vuelve a tenerlo claro, y no quiere nada con Fulanito.

Menganito ve a su novia paseando con otro tío, cuando ella le había dicho que estaba a muchos kilómetros de allí, y cortan. Menganita tiene luz verde. Menganita le dice que sabe cómo se siente, pues ella está pasando por una situación similar.

La noche antes del vuelo de Fulanita de vuelta a Los Angeles, Fulanito vuelve a visitarla y vuelven a tener sexo. Al término, aclaran que podrán mantener una relación a distancia.

Menganita y Menganito están cenando sushi, y se lo están pasando bomba. Él cuenta lo mucho que se preocupaba por su novia. Ahora entendemos por qué ella estaba hasta el c*** de semejante pagafantas. Sin embargo, ella le llama por teléfono, diciéndole que lo echa de menos. Él accede a volver a verla. Menganita se queda desmoralizada.

Menganita recibe la visita sorpresa de su compañero de trabajo, diciéndole que quiere volver con ella, y ella se lo cree. Sin embargo, descubre que él sigue prometido a su novia, con la que no piensa romper. Ella lo manda a la mierda, diciéndole todo lo que nunca se atrevió a decirle en los tres últimos años.

Menganita acompaña a Paquito a la ceremonia a la que le han invitado para reconocerle por su prestigiosa trayectoria. Paquito se da cuenta de que era él el que le daba la espalda al mundo, y no el mundo el que le daba la espalda a él. Se une a la fiesta Menganito, que no ha atendido a los ruegos de su antigua novia, y le dice a Menganita que quiere pasar las Navidades con ella en Londres. Menganita y Menganito se besan. Empezamos a cocinar las perdices.

En la mañana del día del vuelo, Fulanito y Fulanita se despiden. Sin embargo, camino del aeropuerto, Fulanita no puede evitar derramar unas lágrimas por la separación. Ella decía no haber llorado desde que tenía quince años, pero es que Fulanito es mucho Fulanito. Fulanita decide volver y quedarse con Fulanito.

Fulanita, Fulanito, Menganita, Menganito y las dos hijas del segundo comparten una cena navideña que parece de anuncio de Freixenet.

En estas Navidades londinenses hace un frío de cojones, si nos guiamos por la nieve que puebla los campos, pero Hollywood siempre ha estado y seguirá estando compuesto por Pijus Magnificus, y las chicas van por la vida con blusas de diseño, y ellos con jersecitos finos, para no perder el estilo.



La principal apuesta de esta película es la estructuración segmentada de sendos relatos románticos, y creo que es ahí donde radica su principal fracaso artístico (más allá de su almibarado enfoque o del reciclaje y el desgaste de los clichés). Por momentos da la impresión de que las subtramas no tienen nada que ver la una con la otra, que están ahí de relleno para que no reparemos en la vacuidad y la extrema simpleza de las historias por separado. Es más, hay momentos en que una subtrama sufre cortes de ritmo, lapidando aún más mi escaso interés, por la inserción abrupta de la otra secuencia, bajo la obligación canónica del montaje alterno. Sólo la escena de la llamada de teléfono múltiple que da pie a un gag poco imaginativo saca provecho del embrollo.

La historia de superación de Paquito (Eli Wallach) no da ni para un libro de autoayuda.

Son interesantes los insertos ‘trailerianos’, en referencia a su profesión, en la cabeza de Fulanita sobre su vida (y visto el nivel, comparativamente hasta se podrían definir como divertidos); el problema es que el contenido parodiado es en verdad el cuerpo mismo de la película: ese “uy, yo no buscaba el amor, pero el amor me encontró”.

Los personajes son muchísimo menos profundos de lo que Meyers quiere hacernos creer.

El nivel actoral, cuyo cartel exhibe el principal bagaje de la cinta (más comercial que artísticamente), rinde bajo mínimos. Sólo Eli Wallach, en sus escasas apariciones, y Kate Winslet están cerca de que nos creamos a sus personajes (aunque ella roce el ridículo como nunca le había visto en la escena en que le da la patada a Sewell).
Penguin
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2
23 de mayo de 2016
9 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Sobre el primer largometraje de animación de la Historia:
'Blancanieves y los siete enanitos' tiene el honor de ser la primera película de animación de la Historia, pero no nos llamemos a engaño, porque su mérito incidente en la industria tampoco es excesivo. La Disney fue valiente por incurrir en un género desconocido en el formato del largometraje, sí, pero si no hubieran adaptado el cuento de los Grimm, no habrían tardado en adaptar cualquier otro, pues la inversión en la animación no podía morir en los cortos. Y seamos realistas, el riesgo no era muy elevado, pues era evidente que existía un público MASIVO, como era (y aún es y siempre será, naturalmente) el infantil, huérfano de un cine que lo marcara como target principal. El predecible éxito comercial de esta película sin duda fue determinante para mantener la estrategia y mejorar (por fortuna) las venideras producciones, pero es que cualquier historia cursi con canciones habría conquistado los ojos del público infantil, por el mero hecho de ser LA ÚNICA OFERTA para ese público masivo.

*Sobre el tremendo esfuerzo en realizar esta película:
A falta de que llegara seis décadas después el grafismo por ordenador, la animación se inició de la forma más ineficiente y primaria posible, como no podía ser de otra manera: dibujando a mano un fotograma detrás de otro. Sin ánimo de restar mérito a los resultados (muy destacables, diría), me gustaría recordar algo que creo evidente, como es que el artesano trabaja por dinero, que sale del bolsillo de la Disney, y que el ingente trabajo grupal de esta película sólo se justifica a partir del cartel de superproducción que la ampara. Digo esto porque me parece peligroso (desde un punto de vista artístico, que no financiero) aupar a los altares a las producciones grandes precisamente por serlo, porque de ser así siempre (y sólo) las películas más caras serían las mejores, opinión con la que al menos yo disiento radicalmente. Luego nos quejamos de que 'Titanic' convirtiera en una baza publicitaria su eslogan "La película más cara de la Historia".

*Sobre la sempiterna desidia de los guionistas en el cine orientado al público infantil:
Esta reflexión no es inherente a esta película, pero sí creo que la segunda puede englobarse en la primera. ¿Por qué la mayoría de estas películas se conforma con divertir a los más pequeños y no ambiciona también idear una trama coherente que llame la atención de los adultos? ¿Es inviable la conjunción de ambos públicos en una misma película? Hace dos días vi una popular película animada, con unos peces como protagonistas, en la que un padre se enfrenta al dilema de educar a su hijo frente al miedo de que el mundo le haga daño. Nada más humano que el miedo de un padre a perder a un hijo, y nada como caracterizar de miedos profundamente humanos a esos personajes personificados de cara a empatizar con el público; y nadie va a discutir el éxito comercial de 'Buscando a Nemo', y pocos creerán que no es una película ideal para los niños. ¿Es tan complicado? Desde luego que lo es si uno no va con disposición de rascarse la sesera con el fin de urdir un buen argumento. ¿Acaso es menos necesaria esta mentalidad en el género de animación? ¿Se trata de un género menor? ¿En qué momento el género de animación deja de ser Cine para caer en la mediocridad argumental?

*Sobre la desidia de los guionistas de 'Blancanieves y los siete enanitos':
Enmarcando el punto anterior en la película que nos ocupa, me atrevería a conjeturar que la escasez de ideas argumentales está razonada porque la película ya es un hito desde su misma producción (volvemos sobre "la primera película orientada abiertamente al público infantil"); luego, si todo el mundo va a ir a verla (como así fue), ¿para qué trabajarse una historia mejor? Tampoco esta es una falta del cine clásico, porque cualquier innovación técnica siempre ha venido acompañada por títulos en su mayoría altamente mediocres en sus primeros años, ya fuera con la introducción del cine sonoro, con la introducción del Technicolor o la revolución técnica (para contar lo mismo de siempre) que en el siglo XXI introdujeron, por poner dos ejemplos elementales, 'Avatar' y 'Gravity'.

En la zona spoiler detallaré por qué la película me parece mala (o peor). Me tomo esta molestia por ostentar el honor de ser el primero que escribe una crítica negativa sobre esta cinta aquí, pero me gustaría recalcar que la razón principal que me ha llevado a escribir esta crítica es el desglose anterior, por lo que sugiero a las pobres almas cabreadas que no se molesten por el cachondeo con que escribo en la zona oculta (entre otras cosas porque son meras notas tomadas durante la película que apenas si me he molestado en poner en orden).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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