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España España · ALMERÍA
Críticas de LaBacaPop
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Críticas ordenadas por utilidad
5
28 de septiembre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una entrevista en El País digital, el periodista musical Simon Reynolds hacía una reflexión sobre la época que vivíamos, la cual podría definirse como un revival del revival. No extraña nada. La originalidad conlleva una carga de riesgo económico y social sólo asumible por ambiciosos imberbes con un buen colchón detrás. Fue el caso del joven Spielberg, “el hacedor de sueños”, que aunque dentro de un código moral biempensante, lanzó en los ochenta una nueva forma del cine clásico con terror (Tiburón), aventuras exóticas (Indiana Jones) y comedias (1942). (Con una forma similar, James Cameron triunfó con Avatar: una historia de toda la vida desde el punto de vista del 3D).

Ahora, en la tradicional carrera veraniega por el Blockbuster, Spielberg (productor) nos lanzó Super 8. Los titulares eran claros: Los Goonnies del siglo XXI, Los ochenta vuelven, etc. Los datos son los siguientes: 1) Niños despertando al sexo: es cierto que hace mucho que las pantallas del mainstream peliculero olvidaron a los impúberes a lo Cuenta conmigo (1986) y se ha centrado en postadolescentes revolucionados a lo The Faculty (1998).

2) Bicicletas en lugar de Twitter: parece indispensable para una buena aventura librarse de la obesidad infantil, el exceso de información y los debates que atraen las redes sociales. De hecho, la mirada a las técnicas rudimentarias del cine de antaño, o al amauterismo, a la serie Z encumbran uno de los tópicos-asideros de la película: la nostalgia. El viejo Spielberg parece caer en el recuerdo de un cine puro, inocente, fiel reflejo de los propios protagonistas que destilan un infantilismo que rebosa con creces sus supuestas edades; un toque tan clásico que es invencible (algo tendrá el agua cuando la bendicen): crisis económica, niño huérfano, símbolo del rito de paso de impúber a púber.

3) Dime con quién andas y te diré quién eres: una película bipolar, engañosa en las formas, que cae en la peor de las decepciones posibles, la que aparece cuando te han ilusionado. Porque cuando el “toque J. J. Abrams” aparece en una inesperado homenaje a El día más largo (1962) todo se esfuma: el revival, la nostalgia, la intriga, el interés por una película de verano sin spoiler en el trailer… Todo ese universo construido artesanalmente en escenas, diálogos o trama es destruido a cañonazos y golpes de tentáculos, recordando más al caos doloso de la fallida Monstruoso (2008) que al siempre reclamado E.T. (1982) Y es que como dice la canción de Golpes Bajos, son malos tiempos para la lírica y el peaje de una modernidad mal entendida tiene que pagarse con una exhibición de tecnología en la que se deposita demasiada fe. Aunque uno también piensa qué hubiera hecho Spielberg con un Tiburón en 2011.
LaBacaPop
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