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Críticas de Cine con Ñ
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de febrero de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque busca abarcar más de lo que debería, un digno debut que combina la ciencia ficción con el thriller.

Alberto Evangelio, director con una dilatada carrera a sus espaldas en el mundo del cortometraje, debuta en el cine de larga duración con Visitante, film que se ha presentado en la Sección Oficial del Festival de Sitges 2021. Basada en una historia del propio realizador –y escrita a cuatro manos junto a Marcos Gisbert-, la película combina la ciencia ficción con el thriller en una trama que, a medida que se va revelando al espectador, deja entrever un interior mucho más intimista. Iria del Río (Las chicas del cable, El increíble finde menguante) soporta el peso de manera encomiable, aunque quizás el argumento peca de intentar abarcar más de lo que debería.

Visitante comienza con imágenes en VHS de la infancia de Marga, quien, siendo apenas una niña, vive un momento traumático en la casa de su pueblo que condiciona su presente. Ya en la actualidad del relato, en la que su padre arrastra una larga enfermedad y la relación con su marido se encuentra en punto muerto, la protagonista volverá al lugar de los hechos, donde el pasado todavía no ha terminado de cerrarse.

Lo que comienza con los mimbres habituales de una historia de terror convencional (un personaje prácticamente aislado en un espacio antiguo y tenebroso en pleno medio rural) se torna en una concatenación de hechos fantásticos –seguro que del gusto del festival catalán donde se estrena- que llevan la trama por derroteros más insospechados… y, sin dejar de dar respuesta a las incógnitas planteadas, complejos.

Con esto último no me refiero a que se juegue con la inteligencia del espectador (tenemos el ejemplo reciente de Tenet, trama confusa en la que no se da pie al espectador para entrar cómodamente en el juego) o a que el desarrollo no quede resuelto (la idea a transmitir queda clara al final), pero sí que nos encontramos ante una película “marcadamente de guión” –también bastante habitual en las óperas primas del género fantástico- en la que muchas veces se sacrifica la naturalidad de la acción en pantalla en pos de una traslación literal de la “idea genial” que tenemos sobre el papel.

Con ecos a películas tan conocidas como Las vidas posibles de Mr. Nobody (2009) o Enemy (2013) –el pronto embarazo del personaje y su relación con el ambiente de enajenación general nos dirigen a la película de Villeneuve-, Visitante supone, pese a todo, un digno debut. Dentro de lo positivo: el propio hecho de su existencia, la cual se ha visto comprometida a lo largo del proceso por la situación extracinematográfica de pandemia que todos conocemos. Dentro de los atributos fílmicos, la cinta toma partido por opciones arriesgadas, sin ser complaciente consigo misma ni jugar a lugares marcadamente comunes.

En lo referido a la interpretación principal, la mencionada Iria del Río demuestra –como ya lo ha hecho en otras ocasiones- que puede capitanear una producción con su buen hacer y que realmente es capaz de trabajar registros muy diferentes. Es una pena que otros personajes secundarios no ofrezcan un resultado tan redondo.

Por otra parte,Visitante es una película que apuesta su mayor baza por un guión más bien farragoso a medida que avanza la trama, lo que puede jugarle a la contra de conectar con el espectador. Pese a que, como digo, acaba resolviendo todos los hechos planteados, deja la sensación de que quizás los creadores crean haber logrado algo por encima de lo que realmente ofrecen.

En una trama en la que hay que ir con pies de plomo para no destripar ninguno de los giros ocultos del guión, Visitante intenta que su mayor impacto sea el ir por delante del conocimiento del espectador, pero al menos es de agradecer que no sea especialmente tramposa. De todas maneras, podría haberse eliminado alguna de las vueltas de tuerca de más que se nos ofrecen al final. Todo ello, eso sí, partiendo de la base de que hay ciertos hechos que más vale la pena aceptar para poder disfrutar del visionado, ya que, por ejemplo, el punto de partida cae en el deus ex machina.

En definitiva, la ópera prima de Alberto Evangelio ofrece una trama original que, pese a excederse conforme avanza la trama, mantiene el interés durante su metraje y en la que Iria del Río asume con aplomo el protagonismo de su personaje. No son todo buenas noticias, pero en este caso la intención es un grado.

Escrita por: Jorge Dolz (https://cineconn.es)
Cine con Ñ
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8
16 de diciembre de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Almodóvar cumplirá 40 años como director de cine el año que viene. Pepi, Luci, Bom y las otras chicas se convertirán definitivamente en señoras mayores en 2020. Hace diez años, en vísperas del 30 aniversario, el manchego también estrenó película. Se llamaba Los abrazos rotos (2009), y contaba la historia de un director de cine retirado con cuentas pendientes con su pasado. Un punto de partida similar al de Dolor y gloria. En las dos películas, Almodóvar se mira a sí mismo desde el retrovisor para avanzar en su cine. Pero lo hace de manera diferente de una década a otra. Y ahora lo hace mejor.

En aquella película, protagonizada por Lluís Homar, Almodóvar se autohomenajeó e incluyó muchos de los elementos de sus películas en un gran contenedor melodramático. El resultado fue brillante por momentos, pero perdió el foco de su historia principal mientras se ensimismaba y se exageraba en sus filias. Lo bueno es que en Dolor y gloria, siendo aún más autobiográfica que Los abrazos rotos, esto no pasa. Aquí la vida se mira con contención y nostalgia mientras se concentra todo en una sola mirada y en unos recuerdos concretos, los del cineasta Salvador Mallo (Antonio Banderas).

Quizá la película que vemos hoy sea la manera de Almodóvar de hacer las paces con aquello que no funcionó del todo en Los abrazos rotos. Incluso parece que el personaje de Asier Etxeandía en Dolor y gloria, un actor con el que Mallo deja de hablarse tras un conflicto entre los dos durante un rodaje, sea una forma de reconciliarse con la mala experiencia que tuvo con Lluis Homar hace diez años. Según contó el propio actor en sus memorias, Almodóvar no estaba del todo contento con su interpretación y eso afectó a su relación.

Pero esto va más allá de una película en concreto; Dolor y gloria es hacer las paces consigo mismo y con todo su mundo cinematográfico. De la mano de un Banderas que deja su mirada impetuosa para abrazar una afectada y consciente, Almodóvar es capaz de simplificarse y atenuarse lo justo para ir directo hacia su memoria y ser capaz de dialogar con ella. Esta vez no necesita de grandes revelaciones dramáticas ni de giros argumentales, típicos de su estilo más barroco; le basta con construir con paciencia uno de los mejores personajes de su filmografía, un director que se ve física y mentalmente sobrepasado por lo que ha sido su vida.

La historia se desenrolla a fuego lento, manteniendo ese tono general tranquilo pese al in crescendo de la intensidad emocional. Esto provoca que los primeros compases de la película se noten como un calentamiento demasiado estirado en algunas escenas, en las que se repiten ciertos patrones del Mallo cansado y deprimido. Aun así, cuando se despliegan las consecuencias y el desarrollo psicológico de Salvador, cualquier falta de dinamismo cobra sentido en sus penetrantes diálogos.

En el avance dramático son centrales las apariciones de tres personajes: el ya mencionado de Asier Exteandía, el que interpreta Leonardo Sbaraglia y el de la recuperada y fantástica Julieta Serrano. Especialmente a través de estos dos últimos se inician procesos psicológicos diferentes, muy bien trazados por contraste, en el personaje de Mallo. El significado de estas figuras acaba desembocando en un impulso primario, donde Almodóvar da un significado final al cine en el que cree y en el que se sigue buscando.



A nivel formal, se reconoce la marca registrada de la estética almodovariana (colores vivos, luz limpia, montaje sencillo, equilibrio de planos…), pero en esta ocasión también se aligera su carga a favor de lo que se está contando, que, como decimos, recoge un perfil más bajo. Una buena mezcla con el fondo para una puesta en escena adaptada al material, algo que el director siempre ha dominado cuando ha sabido exactamente qué quería contar.

El enorme trabajo de promoción de esta película, que la prensa de cine empezó y que el público ha terminado de rematar yendo al cine a verla, le ha dado el aura de evento. Ya no hay duda de que ese fenómeno está provocado por algo tangible. Por buen cine. Dolor y gloria es una inspirada y directa terapia en dos conceptos de Almodóvar para decirnos que sí, que la vida a veces duele, pero que de la cueva del recuerdo puede aparecer la reconciliación y la inspiración que nos haga lidiar con lo que nos angustia, y convertir toda esa emoción en verdad.

Arturo Tena

https://cineconene.es/dolor-y-gloria-critica/
Cine con Ñ
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