Volví a ver esta película con mi pareja hace un par de días, como homenaje póstumo al gran Alfredo Landa. La había visto de pequeño en casa, con menos de 10 años, y tenía un buen recuerdo de ella, muy simpático. No me ha defraudado en absoluto esta segunda visión.

Me pareció una película divertida, ágil, bien filmada, bien interpretada. Después de verla me vine a mi Biblia cinéfila y me sorprendí. ¿Un 5.0? ¿Por qué? Me esperaba un 6 o un 6.5. Después de leer las críticas me parece entender lo que sucede. Creo que lo peor del cine español actual también está presente en esta página: La creencia de que el arte, y el cine en particular, debe educar políticamente a la sociedad, pero sólo a favor de una ideología, de manera expresa, y superficialmente. Yo, sin embargo, creo que la militancia política no tiene nada que ver con la calidad artística. Es más, cuando aquélla es poco sutil, ésta suele ser baja.

No me parece conservadora ni machista, sólo hay que fijarse en la trayectoria completa de las parejas de Landa y de Sacristán, o en las bailarinas que viven en la pensión. También hay una crítica clarísima a la situación de sexualidad reprimida de aquella época en España.

He leído varias veces la palabra patrioterismo. No lo veo por ninguna parte. Lo único que he visto ha sido una mirada simpática y nostálgica al mundo rural aragonés y asturiano, y a su folklore. No sé cómo denominarán estos críticos a las simplificadas y un tanto tergiversadas referencias pseudohistóricas, míticas, medievales, segregadoras y territoralmente reivindicativas de nuestros periféricos nacionalismos identitarios, en sus diferentes aspectos culturales.

También he leído comparaciones con Berlanga y Azcona. No creo que el guión de esta película salga muy malparado de esa comparación, como aquí se ha expuesto. Es más, creo que está en su línea. Toma un argumento trágico y lo convierte en una comedia costumbrista, con buenas escenas, bien tratadas, con suficientes matices, y algunos momentos muy graciosos, al estilo de la españolada, del landismo, de la tragicomedia tan propia de nuestra cultura. No es un guión plano, tiene varios matices, y varias lecturas, que se pueden leer entre líneas. Todos los actores están soberbios, con mucho oficio. Alfredo Landa en su estilo desbocado, propio e inequívoco. El gran Alfredo Landa.

Tenía pensado ponerla un 6.5. No veo los decimales, así que redondeo al alza.

Valiente y hermoso homenaje al cine mudo, utilizando su mismo lenguaje pero adaptado al gusto del siglo XXI. Hazanavicius no hace cine mudo de antes, pues no tendría ningún sentido recrear un arte ya extinguido hace mucho tiempo. Hace cine mudo de ahora. Como excusa cuenta una historia de antes, al estilo de antes, pero con la sensibilidad y la maestría de los grandes maestros del cine de todas las épocas.

La historia está bien contada, tiene buen ritmo, fluye sin altibajos y los momentos dramáticos se suceden in crescendo hasta la penúltima secuencia. La música y los silencios son muy acertados. Desarrolla muy bien los personajes. Las interpretaciones inmejorables. La puesta en escena muy cuidada.

Consigue envolverte, crear una estudiada sucesión de situaciones dramáticas y hermosas, cómicas y poéticas, y meterte dentro de la película de tal manera que llegas a pensar que el cine mudo tiene cuanto menos tantas posibilidades como el hablado, y que puede llevarte a las cotas emocionales más altas.

Debo confesar que antes de verla no me terminaba de creer que a algún productor loco se le hubiera ocurrido realizar una película muda y en blanco y negro. Pero cuando salí de la sala y analicé lo que había visto comprendí que, así como la ópera frente al teatro, o el teatro frente al cine hablado, el cine mudo tiene su propio lenguaje expresivo. Que es menos explícito, más evocador y, como demuestra Hazanavicius, totalmente válido aún como medio de expresión, obra de arte, o incluso producto comercial en pleno 2011.