Si Tarantino busca los pies de sus intérpretes para hacerlos partícipes en cada filme, Bresson lo hizo antaño y de forma magistral con las manos. Se deslizan jugando entre ellas para contar la historia con una fluidez que hace acallar a los protagonistas y con primeros planos de una delicadeza sobrecogedora. Un ambiente sobrio que sumado a la falta de largos diálogos cargan la película con un clima enigmático muy característico. Seria y sin divagaciones nos sumerge en la vida de un tipo sumido en la desgana que llena su vida con pequeñas grandes emociones. Ligada al libro "Crimen y Castigo" de Dostoievski.

La historia que se cuenta no es la esperada sino una mejor, el envoltorio que rodea a una época sumida en el movimiento hippie más inocente. El asesino que se aprovechó de ello con inteligencia y sin dar la cara se convierte en la figura referente, el líder al que seguir a ciegas.
Paralelamente somos partícipes de la verdadera historia de la película, los vaivenes de unos amigos, un actor y su doble, que nos muestran su vida sin reservas y sin sangre.
Y como siempre, una música elegida a la perfección y un final de infarto que culmina en el clímax cuanto menos más esperanzador de Tarantino.
Un Brad Pitt magnífico que se encuentra en su mejor momento.