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Críticas de Paco Silva
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Críticas 40
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
17 de octubre de 2022
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La enésima resurrección de Michael Myers en 2018 tenía potencial. Después de los interesantes pero, a última instancia, fallidos films de Rob Zombie, ‘Halloween’ volvía tras casi una década para demostrar que su nombre sigue siendo un valor seguro. Seguía la moda de las omnipresentes secuelas de legado, en las que los personajes del film original volvían a la historia acompañados por un nuevo reparto de actores y una ligera vuelta de tuerca. En este caso, Jamie Lee Curtis retomaba el papel que interpretó en la influyente película de John Carpenter, pero 40 años después todavía vivía atormentada por los eventos de la original. El mencionado director volvía a estar implicado, en calidad de productor y compositor. Blumhouse, la productora detrás de algunas de las franquicias de terror más populares de la última década (‘Paranormal Activity’, ‘La purga’, o las secuelas de ‘Insidious’), estaba a cargo del proyecto. El director elegido fue David Gordon Green, realizador de comedias como ‘Superfumados’ y pequeños dramas bien recibidos por la crítica como ‘Joe’ o ‘Más fuerte que el destino’. En resumen, un equipo competente. ¿Qué salió mal entonces?

Cuando uso esa palabra no me refiero al éxito global de la película, que triunfó donde importa: los números de taquilla. ‘Halloween’ recaudó más de 250 millones, lo que supone un beneficio espectacular para Blumhouse, que la hizo por 10 millones. Tampoco fue mal recibida por la crítica, que apreció el cambio de registro hacia un tono más serio que exploraba el trauma de la protagonista, incapaz de seguir adelante más de cuatro décadas después. Es una narrativa que tocaba la fibra sensible cultural, ya que el film se estrenó apenas un año después del movimiento “Me Too”, que destapó los abusos de los poderosos en Hollywood y sacó a la palestra a muchas víctimas, la mayoría mujeres, dispuestas a poner voz y cara al movimiento. Laurie Strode, el personaje de Lee Curtis, era la víctima definitiva, ignorada o directamente despreciada por gran parte de su comunidad. Michael Myers es la encarnación física de su trauma, y Strode no descansará hasta que se haya enfrentado a él de forma directa.

Las dos secuelas de este film también han querido comentar sobre la situación sociopolítica en Estados Unidos. ‘Halloween Kills’ es una película sobre las consecuencias de dejarse llevar por las masas enfurecidas, un reflejo del inconsciente colectivo en la América trumpista dividida. ‘Halloween: El final’, dicen sus creadores, incorpora elementos de la post-pandemia en la trama, algo que yo no lo he apreciado ni en un segundo del metraje. Este último punto ilustra a la perfección la eficacia de los mensajes que quieren transmitir estas tres entregas: no hay por donde cogerlos porque siempre caen en lo absurdo. En la primera, Strode era una paranoica que se dejaba llevar más por el histrionismo que por la introspección traumática. En la segunda, uno de los habitantes de Haddonfield, el pueblo en el que se desarrolla la acción, usan de forma no irónica la expresión “los monstruos éramos nosotros” después de darse cuenta del daño que ha provocado la histeria colectiva de los vecinos. Durante buena parte del metraje del final de la saga, me pregunté si estaba intentando ser cómica al estilo de ‘Scream’, pero no, era solo un mal manejo del tono.

Ninguna de estas tres entregas me ha parecido una buena película de terror, pero disfruté ‘Halloween Kills’ porque Michael Myers está en plenas facultades a nivel físico y creativo a la hora de llevar a cabo sus ejecuciones. Gordon Green se tomó muy en serio (como casi todo en la trilogía) la idea de que Myers es un monstruo indestructible e inmortal y le puso delante a una masa de personas a las que pasó por encima como si fuera un camión. ‘Halloween: El final’, estrenada este pasado viernes, es sin duda la peor de una trilogía mal concebida desde el primer minuto. La idea tras la primera ‘Halloween’ era ver que tal funcionaba en taquilla, y después ya se planearía acorde a esos resultados. Ergo, el equipo tenía que poner la carne en el asador en la película para funcionar a todos los niveles y a la vez dejar la puerta entreabierta de cara al futuro.

Esto implica que no había una historia planeada que tuviera una estructura satisfactoria, y a las pruebas me remito. Al inicio de esta última película, se nos introduce a un personaje nuevo que será el esqueleto narrativo, con Laurie Strode pasando a un segundo plano. El arco de este personaje no puede construirse en una hora, es una transformación que necesita tiempo para desarrollarse y tener un mínimo de credibilidad narrativa. Los eventos de la trama parecen sacados de un manual de tópicos del cine de terror, concretamente de la sección dedicada a los peores que se pueden usar. La dirección que toma Gordon Green era solo espectacular en su cabeza, o en un mundo en el que ha establecido las bases en los dos films previos. El segundo es casi ignorado, y podría haber plantado las semillas de la siguiente entrega porque se anunciaron a la vez; El primero lo resume la voz en off de Jamie Lee Curtis en la primera escena después de los créditos. Ese es el tipo de importancia que tienen los detalles en estas películas, que nunca son sutiles ni tienen estilo más allá de “slasher genérico contemporáneo”.

La mediocridad es la palabra más positiva que se me ocurre para definir una trilogía fallida en casi todos los aspectos, pero que aún con esas generará muchísimo dinero en taquilla. No nos engañemos, esto está lejos de ser el final de ‘Halloween’, por mucho que así lo declare el título. En unos años Michael Myers volverá a nuestras pantallas de la misma forma que siempre vuelve en las películas. ‘Halloween: The End, So Far’ habría sido un título más apto y sincero.
Paco Silva
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Apaches
Mediometraje
Reino Unido1977
--
8
9 de octubre de 2022
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Es un día como otro cualquiera en el colegio. Al empezar la clase, el profesor indica a los alumnos que más tarde se mostrará un vídeo o vendrán personas de una asociación. El objetivo siempre es el mismo: advertir sobre los peligros de la conducción temeraria/las drogas/el sexo sin protección. Seguro que todos los que leen estas palabras han vivido situaciones similares en sus años escolares. También recordarán que este tipo de presentaciones solían apoyarse en recursos muy chocantes para concienciar. Si hablamos de conducción temeraria, muestran imágenes de los coches y los cuerpos todavía dentro. Si la presentación gira en torno al peligro de las enfermedades de transmisión sexual, mostrarán fotografías de órganos sexuales afectados por esas aflicciones. Funciona como advertencia, sí, pero a la vez es crudo y burdo.

En el Reino Unido existe una tradición de realizar cortometrajes para este tipo de actividades escolares y algunos se consideran importantes por su valor histórico y artístico. El British Film Institute (BFI), el organismo más importante en lo que respecta a la preservación del cine británico, ha editado colecciones de este tipo de obras en DVD y uno de los films más destacados de las recopilaciones es ‘Apaches’. Estrenado en 1977, este cortometraje está realizado con la intención de advertir a los niños de entornos rurales sobre los peligros de jugar en granjas. Los protagonistas son 6 niños que juegan a ser vaqueros e indios en uno de esos entornos. Durante una media hora, contemplaremos el fin de sus vidas de formas horripilantes, pero a la vez dirigidas con gran gusto cinematográfico.

Esto se debe, en gran parte, a que el hombre detrás de la cámara es John Mackenzie, que tres años después dirigiría ‘El largo viernes santo’, un candidato serio en cualquier conversación sobre mejores films británicos de la historia (alcanzó el puesto 21 en la encuesta de mejores película británicas que realizó el BFI en 1999). Ese buen hacer en la dirección ya se nota en ‘Apaches’, donde incluso las muertes más salvajes no son, en su mayoría, acompañadas de planos de cadáveres para acabar cada escena con un estruendoso golpe sobre la mesa. En su lugar, vemos las manos de adultos recogiendo las pertenencias de sus hijos de sus habitaciones o sus aulas. Entre esos momentos, se inserta la voz en off de uno de los niños hablando sobre las “aburridas fiestas” de los adultos mientras vemos como se prepara una mesa.

Todo esto llevará a un previsible pero efectivísimo final en el que por fin veremos las caras de los padres. La forma en la que describo el film puede sonar más vulgar de lo que en realidad es, pero eso es porque no puedo hacerle justicia al ejercicio de estilo de Mackenzie. Mi momento favorito del film es la muerte de la única niña del grupo, después de beber un líquido que encuentran en la granja y bebe sin saber que es venenoso. Cuando vuelve a su hogar solo se encuentra ligeramente enferma, pero por la noche solo vemos un plano desde el exterior de su casa y solo escuchamos los gritos de dolor acompañados de la llamada de socorro a la madre mientras se encienden las luces de los cuartos. Terrorífico, sutil y brillante.

‘Apaches’ es una de las experiencias más traumáticas para muchos niños británicos escolarizados desde 1977. Durante la infancia, es un recordatorio de que jugar con los amigos también puede suponer un peligro mortal (se podría hablar de como Mackenzie comenta sobre la influencia de las películas del oeste en mentes infantiles incapaces de procesarlas más allá de sus elementos superficiales). Pero el verdadero terror de la experiencia no llegaría hasta años después, cuando esos niños se convierten en padres y potenciales candidatos a acabar en una de esas aburridas fiestas de adultos. Ahí reside el verdadero poder de ‘Apaches’.
Paco Silva
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4
8 de octubre de 2022
27 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Marvel quiera vender a su público que sus últimas producciones son una novedad estilística no es nada nuevo. Disney no va a declarar públicamente que todas las películas de su universo cinematográfico de superhéroes siguen la misma estructura y que es difícil distinguir una película de otra. Cuando hacen algo parecido, como la famosa “fórmula Pixar”, lo hacen porque da prestigio a la marca y porque, a un nivel superficial, no parece que ‘Los increíbles’ y ‘Luca’ tengan muchos aspectos en común. En cambio, las películas del MCU siempre han luchado por encontrar una visión propia. ¿Recuerdan cuando nos vendían ‘Thor’ como un drama shakespeariano porque la dirigía Kenneth Branagh? Ejemplos hay unos cuantos, pero eso no impide que los fans acérrimos del la marca defiendan que ‘Capitán América: El soldado de invierno’ es un thriller de espías muy influenciado por el cine de los 70, o que ‘Doctor Strange en el universo de la locura’ es un film de autor de Sam Raimi.

Justo a tiempo para Halloween tenemos otro producto que hará las delicias de estos fanáticos de la franquicia audiovisual más popular de la actualidad que, no contentos con disfrutar de que sus películas y series dominen la conversación cultural, buscan la validación constante del resto de la cinefilia para justificar su amor por Marvel. Están de suerte, porque en ‘La maldición del Hombre Lobo’ podrán señalar aspectos concretos, como que es en blanco y negro o que es “el homenaje al cine clásico de monstruos” del MCU. Esa frase entrecomillada la he leído en cada comentario sobre un mediometraje/especial que no sabía que existía hasta hace una semana. Cuando leo comentarios de ese tipo en plataformas como Letterboxd o FilmAffinity, me gusta explorar a esos usuarios, y la mayoría de veces me topo con gente que no ha visto ninguna película anterior a 1970. Este es el tipo de espectador que se deja convencer fácilmente solo porque la imagen está pasada por un filtro en blanco y negro y los créditos iniciales imitan a los de Universal en los años 30.

Siendo justos, es verdad que ‘La maldición del Hombre Lobo’ es un homenaje a películas como ‘Drácula’ o ‘Frankenstein’, pero solo al nivel superficial más básico. El motivo es claro: no pueden alienar a sus fans, pero sí les pueden ofrecer elementos fáciles de reconocer por cualquiera que tenga una mínima educación audiovisual. Existen series de animación para niños que viven de hacer homenajes de este tipo y lo hacen de forma mucho más efectiva que Marvel. Muchos de los espectadores alucinados por una propuesta tan original (tanto que se basa en unas películas que rozan el siglo de antigüedad) hayan captado las referencias gracias a esas series que veían de niños que parodiaban las películas de monstruos de Universal, por lo que en realidad están viendo un homenaje a un homenaje. Yo desde luego no recuerdo elaboradas escenas de acción coreografiada en ‘El hombre lobo’. Tampoco que el uso de la música sea tan constante en ‘Frankenstein’.

El caso de este especial me recuerda al del videojuego ‘Ghost of Tsushima’, que incluye una opción para que la imagen sea en blanco y negro. La intención es hacer sentir al jugador que está en una película clásica de samuráis, y es una intención noble, el problema es que esta opción se llama “modo Kurosawa”. Pasó algo similar con el más reciente ‘Trek to Yomi’, cuyos desarrolladores buscaban replicar la experiencia de los “chambara” de Akira Kurosawa. ¿Es que no existe ningún samurái en la pantalla que no sea encarnado por Toshiro Mifune? ¿No pueden llevarse mérito también directores como Masaki Kobayashi o actores como Tatsuya Nakadai? Aparentemente no, porque estos estudios, ambos occidentales, solo quieren vender una experiencia a su público en base a una idea romántica, igual que Marvel.

Ojalá el único problema de ‘La maldición del Hombre Lobo’ fuera su intento fallido de replicar la atmósfera de un film clásico de monstruos, porque el especial tiene poco a lo que agarrarse en términos de concepto, temas o personajes. Gael García Bernal está correcto, como debería ser cuando hablamos de un actor de su calibre, y en la historia de la heredera destronada se aplica la ley del mínimo esfuerzo para sacarla adelante. La revelación del auténtico monstruo (la otra revelación está servida desde el mismo título) está bien ejecutada, y tiene potencial para convertirse en una nueva mascota de Disney al estilo de Groot o Grogu. El debut a la dirección del compositor Michael Giacchino no demuestra que tenga ningún talento innato para este trabajo, aunque puede que sea cuestión del estricto estilo visual de Marvel, que impide que prácticamente todos los directores llamen la atención hacia su labor.

Al menos pasa rápido (no llega a la hora) y por lo general es inofensiva. Pero que nadie se engañe, esto no es ningún experimento. Tampoco lo eran ‘Wandavision’, ‘Shang-Chi’ o ‘Eternals’. No confundamos experimento con producto de laboratorio, porque las películas mencionadas y ‘La maldición del 'Hombre Lobo’ tienen mucho más de lo segundo.
Paco Silva
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5
7 de octubre de 2022
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Estamos ante un clásico documental realizado como extra para una edición en DVD de 'Frankenstein' a principios de siglo. Es informativo y ofrece cierta perspectiva sobre la producción del film, desde su concepción hasta su legado. No profundiza en algunos temas que podrían ser de mucho interés, como las libertades que se tomaron los guionistas para adaptar la novela de Mary Shelley, de carácter mucho más filosófico y existencialista que la película de James Whale.

Aún así, tiene valor después del visionado del film al que acompaña, y también se echan de menos este tipo de producciones que solían ser una constante en los lanzamientos de DVD. Los grandes estudios ya no ponen atención a este aspecto, pues lo consideran una inversión perdida, porque piensan que la mayoría de personas dispuestas a seguir comprando discos en la era del streaming lo hacen por coleccionismo. Para eso tenemos a sellos como Criterion, Arrow o Indicator, a los que estudios como Disney están cediendo sus licencias de home video para quitarse un problema de encima y seguir sacando beneficio.
Paco Silva
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7
7 de octubre de 2022
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La llegada del cine sonoro todavía se estaba asimilando en Hollywood cuando James Whale recibió el encargo de dirigir una adaptación cinematográfica de ‘Frankenstein’ tras el éxito del ‘Drácula’ protagonizado por Bela Lugosi. En principio, era el propio Lugosi el que iba a interpretar al famoso monstruo creado por Mary Shelley, pero al final se descartó, no se sabe por qué a ciencia cierta. Unos historiadores dicen que Lugosi no quería interpretar a un monstruo, otros que Whale no lo consideraba apto para el papel. En cualquier caso, la elección tanto de Boris Karloff como de su maquillaje, supondrían un hito en la historia del cine y un punto de partida clave para trazar el camino del cine de terror de masas durante décadas.

Quiero centrarme en dos aspectos que me llamaron la atención especialmente en mi revisionado, que ha llegado más de una década después de mi primera experiencia con el film. El primero es la forma magistral en la que Whale crea el misterio alrededor del monstruo y asienta la idea de que esta será una proyección aterradora e incluso traumática. Lo hace a través de un presentador, que advierte de que estamos ante una de las historias más terroríficas y extrañas jamás contadas. La historia detrás de esta advertencia no viene de una decisión estilística, sino práctica. Había una preocupación real de que espectadores con problemas cardíacos o niños sufrieran durante la proyección. Pero esta introducción se sigue manteniendo en cualquier copia de la película porque también tiene un gran valor artístico. En cierta manera, está predisponiendo al espectador a una experiencia horripilante, haciendo que se pregunte a que extremos va a llegar la película.

Este tipo de dispositivos se ha usado más veces en la historia del medio. Las primeras referencias que me vienen a la mente son ‘El botones’ de Jerry Lewis, donde al principio un productor ajusta las expectativas del público comentando que esta no es una película narrativa, sino una colección de gags. En cuanto advertencias, tengo fresco el visionado de ‘Solo contra todos’ de Gaspar Noé, en la que se interrumpe la narración para hace una cuenta atrás de 30 segundos con la intención de dar tiempo al espectador a salir de la sala antes del comienzo del tercer acto. Ninguna de estas advertencias funciona al mismo nivel que la ‘Frankenstein’, cuya intención es ser elegante y a la vez un tanto siniestra, asentando el tono de lo que vendrá a continuación. Que la escena de créditos iniciales ofrezca un signo de interrogación en el lugar que corresponde al intérprete del monstruo solo ayuda a aumentar esa sensación de inquietud e incertidumbre.

El monstruo no aparece en todo su esplendor hasta la media hora de película, casi la mitad del metraje, y esta presentación del personaje es lo que me hizo reflexionar sobre el uso del sonido que hacía Whale. En escenas clave como esta no existe música que acompañe a la imagen. Diciéndolo de otra manera, no hay subrayado. El momento en el que se producen los tres cortes/zooms a la cara del monstruo es totalmente mudo. He visto los documentales que acompañaban a la edición en blu-ray y en ninguno se mencionaba el motivo de este uso particular del sonido, pero sospecho que uno importante tuvo que ser que pensaban que los espectadores iban a reaccionar de forma tan visceral en forma de gritos que ahogaría la banda sonora. Técnicas similares en contextos distintos han sido utilizadas por directores como Billy Wilder, que en una escena concreta de ‘Con faldas y a lo loco’ utiliza las maracas que agita uno de los personajes para rellenar el espacio entre los diálogos chispeantes y dar tiempo al espectador a soltar sus carcajadas, manteniendo la comedia de la escena.

En ‘Frankenstein’, esto sirve para dar solemnidad al momento y sí, puede que tenga una intención práctica, como la introducción, pero funciona a otro nivel. El silencio no condena al monstruo por simplemente existir, algo que sí ocurriría si en ese momento en el que su cara ocupa la pantalla hubiera un crescendo musical terrorífico. Uno de los temas principales de ‘Frankenstein’, tanto la novela original como esta película, es la transformación del monstruo en un personaje con el que empatizamos a un nivel humano. Mary Shelley lo hace convirtiendo al monstruo en un ser atormentado por la decisión de su creador de darle vida. James Whale lo hace dándole al monstruo una inocencia primaria y no maliciosa a pesar de ser maltratado después de su creación.

Investigando a la hora de escribir este texto, he descubierto que la versión doblada al castellano sí utiliza música en momentos como el de la primera aparición de Karloff. No sé si esta decisión la tomaría la propia Universal y está presente en las bandas sonoras de todos los doblajes, pero, por los motivos explicados arriba, considero que roza lo inmoral. Además, arruina gran parte de la atmósfera de un film que se regodea en su ambientación gótica, o sonidos sutiles como la madera que cruje con los pasos de los personajes. Más de 90 años después de su estreno, todavía podemos aprender y fascinarnos con la visión de James Whale, y por eso volvemos a películas como ‘Frankenstein’.
Paco Silva
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