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Críticas de Suintila
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
10
6 de octubre de 2019
57 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todd Phillips comentó en una entrevista a Sensacine que el éxito de sus comedias (Resacón es el mejor ejemplo) se ha cimentado sobre la base de un enfoque realista que hiciera tangible aquello que se está relatando. Es, precisamente, dicho punto de vista el que sirve como punto de partida para la reinterpretación de los orígenes de uno de los personajes icónicos del cómic, la cultura popular y, por supuesto, ahora más que nunca, del cine.

Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) representa al ciudadano oprimido de una Gotham sumida en la miseria y al borde del colapso social, el cual pasa sus días como frustrado aspirante a cómico mientras cuida de una madre senil (Frances Conroy) y fantasea con tener la misma fama que el showman más carismático del momento, Murray Franklin (Robert de Niro). La clase alta, la misma burguesía que ha tenido tanto cuidado en distinguirse de una menospreciada clase trabajadora, opta por el camino de la hipocresía encarnado en un Thomas Wayne (Brett Cullen, sustituyendo a Alec Baldwin) que considera “payasos” a los mismos desgraciados que espera que le lleven hasta la alcaldía como el nuevo héroe de la ciudad; entre esos perdedores se encuentra la vecina de Arthur (Zazie Beetz). Con estos ingredientes, sólo queda esperar a que los golpes fruto de la incomprensión, los traumas y la maldad de los seres humanos conviertan a un hombre frágil en una bestia que representa el grito de rabia de los marginados, la masa enfurecida que está tratando de romper a golpes el orden impuesto por la élite.

No es irrelevante advertir que se trata de una cinta de extrema dureza, que muestra con fidelidad lo complicado que es salir adelante a través del estigma de la enfermedad mental; pocas veces se ha visto en una gran pantalla una historia que maltrate de forma tan despiadada a su propio protagonista. Es imposible ignorar el sentimiento de incomodidad que reina la sala a medida que el Joker eclosiona y deja atrás las últimas capas de humanidad que le encerraban en su propio sufrimiento.

Joker es una senda difícil de caminar hacia arriba, pues cada peldaño es una cicatriz más para Arthur. Sin embargo, una vez que perder el control se convierte en la única opción, el descenso a los infiernos es un alivio para alguien que ya no tiene que intentar encajar en un mundo que abusa de él; todo es más sencillo cuando el que antes era débil enciende la luz del caos para iluminar a los que creen en su mensaje, una metáfora perfectamente representada en el itinerario que Arthur tiene que seguir todos los días desde su casa.

La introspectiva, las actuaciones, el travelling de las cámaras y la atmósfera aterradora son la arquitectura del Joker del Siglo XXI, visceral, auténtico, prácticamente dibujando una sonrisa con maquillaje rojo a todas las películas de superhéroes que, con sus méritos, no lucen la etiqueta de “cine” igual que este producto atemporal, clásico instantáneo para los que hemos esperado tanto tiempo un largometraje a la altura del público más exigente.

Podría incluso reseñarse que se trata de una película de “terror”, pues no hay otra forma de describir el sentimiento que genera un personaje que, desde el principio, quieres proteger, pero que termina tan herido que despierta a un criminal que no puedes tolerar. Es aberrante cómo la sociedad aplasta y transforma a los que carecen de los recursos suficientes para, simplemente, ser felices, tal y como sucedía en Taxi Driver, de Scorsese.

Finalmente, lo evidente es rendirse a un Joaquin Phoenix que lleva su actuación al límite y que, si bien parece exagerada, no tiene miedo de ir con todo. El actor nacido en Puerto Rico no se reservó en Gladiator, Her o You were never really here, tampoco aquí. Mención especial a la risa de este renovado Joker, que añade a la carcajada la contradicción representada en unos ojos húmedos, asunto que, de ahondar en él, derivaría en spoiler. Jack Nicholson trajo al bromista; Heath Ledger, al agente del caos; y el protagonista de Two Lovers pone en bandeja al perturbado: tres versiones de la figura del cómic, todas ellas incontestables en su contexto.

Arthur Fleck es el monstruo que nos merecemos, pero no el que necesitamos ahora.

Lo mejor:
• Lo dicho, Joaquin Phoenix, candidato al Oscar diga lo que diga la academia.
• El valor que supone prescindir de la comodidad del universo ya escrito de DC para que Gotham sea creíble.
• El resto del casting no se achanta por el payaso y complementan perfectamente su protagonismo.

Lo peor:
• La repercusión mediática de esta película puede llevar a cierto sector del público a simpatizar con la faceta criminal de este Joker, cuando el límite debería estar en empatizar con el hombre que hay detrás.
Suintila
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8
14 de enero de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando te encuentras en la cartelera un tándem como el de Willem Dafoe y Robert Pattinson, dirigidos por Robert Eggers, autor de la notable The Witch, es imposible no esperarse lo mejor una vez estás en la butaca. Si añadimos el blanco y negro, la relación de aspecto 1:1 (la imagen está dentro de un cuadrado en todo momento) y los planos largos con cámara estática, el resultado es redondo.

El Faro cuenta la macabra historia de dos “wickies” o fareros, para mayor redundancia, quienes no tardarán en enfrentarse a sus propios demonios representados en una espiral de acontecimientos traumáticos que giran en torno a la isla y, en especial, al propio faro, el verdadero eje del argumento. Poco más se puede detallar, porque el guión necesita ser abrazado sin ninguna información previa, ni siquiera el nombre de los personajes, algo que, a título personal, considero spoiler.

Comenzando por el despliegue visual, El Faro bebe de una fotografía cruda, desagradable y escatológica por algunos momentos, pero sorprendentemente bella en otros. El blanco y negro, junto con los anchos márgenes que rodean la imagen, generan una sensación de frialdad y claustrofobia que no libera al espectador en las casi 2 horas de duración de la película. Al mismo tiempo, cada primer plano del farero joven (Robert Pattinson) o del anciano (Willem Dafoe) refleja una nueva cicatriz, es una mirada directa que se hace difícil de mantener, sobretodo en los momentos de mayor violencia.

La mirada, precisamente, enlaza con una de las tantas virtudes que traen a la mesa tanto Pattinson como Dafoe, el primero genial y, el segundo, inolvidable. Sería injusto afirmar que se trata de un “duelo” en pantalla, porque el protagonista de La última tentación de Cristo se convierte en algo sobrenatural, insoportable, desagradable, aterrador; no hay suficientes adjetivos para referirse a la que podría ser, con toda facilidad, la mejor actuación de su carrera. Igualmente sobresaliente está Robert Pattinson, el personaje central al que acompañaremos la mayor parte del metraje, a quien se le debería de reclamar un libro sobre “cómo ser un ídolo adolescente y salir ileso”; demuestra por qué es de los actores más completos de su generación y lo equivocados que están quienes le subestiman por haberse lanzado a la fama en la saga Crepúsculo.

El simbolismo constituye, sin duda, la parte más atrevida del guión, pues tanto los diálogos como las imágenes se descontextualizan “in crescendo” a medida que progresa la trama, creando mayor confusión a casa escena sin dejar de ser impactante ante todo. En este sentido, guarda El Faro cierto paralelismo con El Sacrificio de un Ciervo Sagrado, de Yorgos Lanthimos, donde el espectador ha de escoger entre conformarse con sus propias conclusiones o buscar en la red la historia o relato que sirve de base para construir lo que acaba de ver. La primera de estas opciones es la única coherente con el propósito de la obra de Eggers, porque la locura y la pérdida de la razón no parecen obedecer a una razón subyacente, aunque en realidad así sea, porque en el acto de presenciarlas solo cabe horrorizarse, tal y como sucede con ambos wickies.

En todo caso, no se trata de un film disfrutable, ni mucho menos agradable, la sensación que permanece al acabar está lejos de llamarse satisfacción, lo cual da pie a que sea difícil de recomendar y aceptar para el público en general, que seguramente la pase por alto injustamente, pero así es el cine.

No obstante, y a pesar de lo expuesto, El Faro merece una oportunidad por ser valiente, apostando por el lenguaje clásico y unos diálogos tan arcaicos como hipnóticos, se apuesta el todo por el todo con tal de ofrecer algo absolutamente apartado de la generalidad de la cartelera, guste más o menos. Al final sólo importa hacer cine con marca de autor, llegando a donde tenga que llegar, pues la visión del director lo es todo, igual que el faro.

Lo mejor:

• Dos actuaciones brillantes.
• Registros clásicos y guiños a una forma de trabajar el cine ya en desuso.
• La incapacidad para no dejarse atrapar por las emociones que se transmiten durante todo el metraje.

Lo peor:

• Es justo afirmar que el argumento de fondo puede llegar a ser tan simple o complejo como se pretenda profundizar, no existe una guía.
• Partiendo del punto anterior, existen otros productos que ya han atravesado este camino, y El Faro es tan diferente en tantos sentidos que se siente como una oportunidad perdida para manufacturar una película aún más grande.
Suintila
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8
22 de septiembre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Once upon a time in Hollywood, El Rey León, It: Chapter II, Downton Abbey. James Gray tiene una competencia notable en la taquilla (al menos, donde pude ver la película); Tarantino, Disney, Stephen King y una serie de largo recorrido con adeptos de sobra en España.

En medio de todos esos focos de atención tenemos a Ad Astra como el punto oscuro y díscolo, protagonizada por un renacido Brad Pitt que puede estar orgulloso de haber participado este año en dos proyectos de notable factura.

El Comandante McBride (interpretado por el ya mencionado actor que dio vida, entre otros, a Tyler Durden en El Club de la Lucha), astronauta que ha dedicado su vida a la investigación mas allá de la atmósfera, es requerido para emprender una misión que permita poner fin a las tormentas solares que amenazan la Tierra en un futuro mediano de ciencia ficción discreta. En el cumplimiento de su deber, McBride se verá obligado a enfrentar el fantasma de su padre, Cliff McBride (Tommy Lee Jones), una leyenda de la profesión a quien vio por última vez con 16 años y cuya herencia traumática termina por destrozar la vida sentimental de su hijo y su relación con su esposa (Liv Tyler).

El viaje a las estrellas es la cara oculta respecto de los últimos estrenos espaciales. En principio, una cinta que propone una odisea estelar suele dirigir su argumento hacia la inmensidad del propio espacio exterior como el telón de fondo que caracteriza e influye todo lo demás; sin embargo, Ad Astra reproduce el camino inverso y, si bien no faltan las escenas espectaculares con los cuerpos celestes suspendidos en un océano negro, la verdadera inmensidad se encuentra en el interior del protagonista, el Comandante McBride, que atraviesa un proceso introspectivo de frialdad, sufrimiento, rendición y, finalmente, catarsis.

La factura técnica, la gama cromática y la calidad fotográfica, sumados a su mensaje, convierten a Ad Astra en una película especial, sensible e íntima, tal y como evidencian los planos en los que el rostro de McBride se desvanece para mostrar una silueta negra, mostrando la carencia afectiva que experimenta como consecuencia de la partida de su padre, la cual repercute en él, resquebrajándolo desde las entrañas de su psique. La “nada” puede ser inabarcable dentro de cada uno de nosotros, aunque tengamos delante la galaxia en sí misma, acompañada por una sutil banda sonora que no tiene reparos en apartarse cuando lo adecuado es el silencio.

Independientemente de que la inspiración para crear este producto se encuentre en El Corazón de las Tinieblas o en otra fuente, es innegable que la forma que tiene de relatar la dureza con la que los pecados del padre golpean al hijo añade otra capa de profundidad. El legado no consiste más que en prolongar la sombra de un hombre en su descendencia y, con ello, lo admirable y lo tóxico, unos genes invisibles de los que no se puede huir.

Entrando en las actuaciones, a Brad Pitt le sientan bien las arrugas y la dureza de un rostro que es más expresivo que nunca, es de justicia que su nombre suene en la gala de los Oscar y, con suerte, saliendo de la misma con una estatuilla. Su némesis en esta ocasión, Tommy Lee Jones, demuestra que no se le ha olvidado actuar sin entrar en mayor abundamiento para no caer en spoilers. Finalmente, Liv Tyler tiene una presencia que, si bien tiene peso argumental, a efectos de tiempo en pantalla es prácticamente anecdótica.

Ad Astra es inesperada, misteriosa y bella en la aventura tenebrosa que propone, una rara avis que, al menos en mi sesión, tuvo una escasa afluencia de público a lo que añadimos las críticas negativas de este mismo portal. Es preocupante cómo se castiga la voluntad de separarse de lo ya escrito y, sin embargo, se premia la mediocridad de contentar sin proponer una sola reflexión o momento edificante.

Nadie recordará el viaje de McBride a largo plazo y muchos ni siquiera serán conscientes del estreno. Por suerte, unos pocos exprimirán la esencia de esta joya de finales de año. Y en lo primero, espero equivocarme.

Lo mejor:
• Un argumento original, atrevido y sin miedo a contar lo que se propone.
• Un Brad Pitt que tiene más cine en un parpadeo que todo el MCU.
• Fotografía y gama de colores a la altura de obras maestras como Drive.

Lo peor:
• El clímax final se desprende del ritmo pausado que acompaña el resto de la cinta y, realmente, no termina por sentirse orgánico dentro del conjunto.
• La banda sonora podría haber aportado mayor épica en determinadas secuencias.
• Las escenas de acción parecen filmadas para que ningún crítico pueda terminar de insertar Ad Astra en la categoría de “película de nicho”.
Suintila
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8
10 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bailando con Lobos, de Kevin Costner, le arrebató el Oscar en 1991 a El Padrino III, Ghost, Despertares y, entre ellas, a Goodfellas, de Martin Scorsese, uno de los directores con mayor influencia en el cine gángster de los últimos tiempos, sino el que más.

Sin embargo, Scorsese no ha limitado su visión al submundo de la mafia, sino que ha estrenado obras de corte profundamente opuesto, como La última tentación de Cristo o Silencio, dejando atrás los matones, los bajos fondos y las tramas de agentes dobles, como en Infiltrados o Taxi Driver.

La película que nos ocupa, El Irlandés, relata las crudas andanzas de Frank Sheeran (Robert De Niro), un veterano de la SGM que comienza como “chico de los recados” para la familia Bufalino, encabezada por Russel Bufalino (Joe Pesci), ascendiendo paulatinamente a través de los círculos de confianza que gobiernan el crimen organizado en los 60, conociendo en el camino al que probablemente sea el sindicalista más famoso y corrupto de la historia de EEUU, Jimmy Hoffa (Al Pacino).

Los sospechosos habituales de la pandilla del director que nos trajo El Lobo de Wall Street (la mejor de todas en mi gusto personal) y Casino recrean en la pantalla las páginas de I heard you paint houses, el libro que inspira este estreno de Netflix y cines seleccionados.

Volviendo a la trayectoria de Scorsese, El Irlandés probablemente se posicione como la película más compasiva, especialmente en sus secuencias finales, tratando de impregnar de una atmósfera nostálgica y crepuscular la historia de unos criminales que se ven obligados a continuar el resto de sus vidas con el peso de cada traición y asesinato sobre sus hombros.

En la travesía hacia el ocaso, Frank se muestra como un brazo ejecutor, sin demasiados alardes, pero genialmente completado por Russel Bufalino y Hoffa en un trío que sostiene la cinta a lo largo de tres horas y media, más que suficientes para construir una trama repleta de personajes y conexiones de corte clandestino que termina por invitar al espectador a su propio universo en miniatura a través del humo de los cigarrillos y los trabajos a media noche.

Las conversaciones en reservados, los sobres a rebosar de papeles verdes y la prueba constante de que cada hombre tiene un precio son los ingredientes clásicos de una creación “scorsesiana” que no dejará insatisfechos a los amantes de los clásicos; acompañado todo ello por diálogos plagados de metáforas, referencias culturales e ironía que, hablando en plata, tienen algo especial cuando te los suelta Al Pacino con la mirada fija; éste último brilla con luz propia en el laberinto de ajustes de cuentas que es El Irlandés como revulsivo para la escena, siempre a base de carisma y respuestas incontestables en la que con toda seguridad sea la mejor interpretación del personaje real junto con la de Jack Nicholson en la película del mismo nombre.

No obstante, el ritmo, esa herramienta que Scorsese siempre ha manejado con la precisión necesaria para convertir las horas en minutos, presenta un cambio drástico tras las dos primeros actos de metraje que no va convencer a una parte significativa del público, pues implica entrar en un arco argumental pausado, contenido, en el que la intensidad no sirve a la sucesión de acontecimientos, sino a la tensión, a los primeros planos que dicen más con un gesto que con unas líneas de guión. Se trata de una metamorfosis difícil de aceptar a menos que estés absolutamente entregado a lo que está sucediendo pues, de lo contrario, la sensación no es otra que la de un disparo por la espalda a este mismo ritmo antes mencionado.

Al tiempo de escribir esta reseña, no son pocas las voces, aficionadas y profesionales, que se han pronunciado sobre este producto como una película a la que le sobra metraje, terminando por caer en el aburrimiento y siendo objeto de siestas sobrevenidas; qué dirían entonces si se publicase el montaje del director que, a juzgar por la escasa presencia de secundarios como Harvey Keitel, tiene que aparecer más pronto que tarde. Francamente, no les falta razón, pero no es preciso perder de vista que la narrativa, contemplada en su conjunto, es impecable, un guión sin fisuras en el que el fin justifica los medios, aunque quede siempre la duda de si al espectador se le está exigiendo una dosis de predisposición y aguante que va más allá de lo que se le tiene que pedir a quien ya ha pagado una entrada o, en este, una suscripción.

El Irlandés es la película que esperábamos, a modo de conclusión: inmersiva, conmovedora por momentos y haciendo las veces de retrato de la historia moderna de EEUU. Un trabajo limpio, sin fisuras, digno de Scorsese, quien puede que no pinte casas, probablemente, pero escribe con cada estreno una página más de una carrera inmaculada en Hollywood. Como afirmaba Frank Sheeran en una de las escenas más conocidas desde el trailer, lo que sea que tenga entre manos próximamente, estoy disponible.

Lo mejor:

• Un casting sobresaliente en elección y en actuación.
• La narrativa y la capacidad de introducir paulatinamente conceptos y personajes nuevos sin llegar a abrumar.
• La técnica de rejuvenecimiento digital funciona y es creíble...

Lo peor:

• Pero es evidente que el movimiento corporal de un actor de 70 años no se corresponde con el que cabría esperar de su versión más joven.
• Es justo afirmar que, efectivamente, el corte de ritmo es complicado de digerir.
• No llega a calar tan hondo como otras obras del director, fruto de determinados tramos del metraje que invitan a desconectar.
Suintila
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7
30 de julio de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que me puse frente a este Pennywise de 2017 mis vibraciones fueron inmejorables y, coincidiendo con un segundo encuentro, aproveché para refrescar el largometraje de cara a esta review.

Ignorando sus pros y sus contras como adaptación, It funciona realmente bien como película de aventuras o suspense y no tanto como historia de terror. Stephen King no buscó un producto de estas características, pero Andy Muschietti devuelve en forma de película una de esas sesiones que te dejan con ganas de más: más paseos en bici hacia lo desconocido, más Derry, más tramas de amistad y matones clásicos, más It en definitiva.

Quien entre a esta cinta buscando salir atemorizado, me temo, no va a conseguirlo. Pennywise (Bill Skarsgard) es un payaso creepy como pocos, perfectamente interpretado y con las apariciones justas como para no aborrecerlo, pero no es lo suficientemente intenso y escalofriante más que para arrancar uno o dos sustos de los que se olvidan al poco tiempo. En cambio, es un criatura que despierta interés por su origen y mecanismos, que arrastra al espectador igual que a los miembros del Club de los Perdedores o los Losers.

No obstante, y a pesar de lo expuesto, sí hay una serie de secuencias que, aún con cuentagotas, pueden hacer mal cuerpo en el espectador, no por lo terrorífico, sino por lo desagradable (mención especial al trasfondo familiar de Beverley). Por lo demás, incluso algunos efectos visuales llegan a sentirse poco creíbles.

La relación y la camaradería entre los protagonistas brilla con luz propia y se impone a cualquier otro aspecto de la película; un grupo de adolescentes clásico y con individualidades poco complejas pero bien diferenciadas, una caricatura de la pandilla de pueblo que, más allá del matón habitual (genialmente representado por Nicholas Hamilton) tienen que enfrentarse a sus miedos encarnados en un payaso que les hace unirse y, en ocasiones, discrepar los unos respecto de los otros.

Cierto es que el ritmo se siente desequilibrado, alargando la sesión hasta las 2 horas con escenas innecesarias o no demandadas por la situación y saltando por momentos de una a otra haciendo que la anterior pierda verdadero significado, lo que termina por dar como resultado un guión notable pero con alguna arruga que, con todo, no será tenida en cuenta una vez que salten los créditos. En este sentido chirría profundamente el desenlace por el modo en el que los Losers, a mi juicio, sencillamente lidian con Pennywise sin mayor abundamiento porque que estaríamos en terreno spoiler.

En líneas generales, el director buscó una película digna de pagar la entrada antes que una serie de “jumpscares” enlazados sin más; aconsejaría verla con esto en mente porque, como diría Pennywise, “you’ll float too”, al igual que los que hemos acabado sorprendidos y satisfechos por partes iguales.

Lo mejor:
• Interpretaciones de calidad como las antes mencionadas...
• Las reminiscencias a Stand by me o Los Goonies salpicadas con humor simple pero efectivo.
• La incapacidad para aburrirse durante todo el largometraje.
• La promesa de una secuela aún más cruda que, con las bases asentadas, terminará llegando al notable alto.


Lo peor:
• ... Pero con un Fin Wolfhard que lleva demasiado al extremo su personaje a base de chistes repetitivos y automatizados, seguramente por defecto de guión.
• La etiqueta de “película de terror” le queda grande para los habituales del género.
• Determinados efectos especiales y por ordenador se perciben extrañamente vulgares para una producción de este nivel.
• Ritmo desequilibrado con un final fácil y grosero.
Suintila
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